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Caída de Filipinas, Bataan y Corregidor
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Caída de Filipinas, Bataan y Corregidor
El 7 de diciembre de 1941, ocho horas después del ataque a Pearl Harbor, fuerzas japonesas comenzaron la invasión de Filipinas. El sistema de defensa de las islas estaba encargado al General MacArthur quien comandaba una fuerza combinada americano-filipina que había hecho planes con antelación para defender las islas. Sin embargo MacArthur cambió el plan, ordenando detener a las tropas de invasión en las propias playas, yendo en contra de un principio militar básico.
Masaharu Homma
El 14 Ejército Japonés, al mando del Teniente General Masaharu Homma, integrado por las divisiones 16 y 18, que incluían cuatro batallones antiaéreos, tres regimientos de zapadores, dos regimientos de tanques y un batallón de artillería de campaña, en total unos 45 mil hombres, enfrentaron a las 10 divisiones de infantería filipina de los cuales, sólo 20 mil eran soldados regulares y el resto, 100 mil reservistas sin entrenamiento que fueron llamados a filas sólo tres meses antes que comenzara la guerra. Igualmente, la artillería filipina no recibió entrenamiento sino hasta que empezaron las hostilidades. La mayoría de esas tropas eran analfabetas y muchos hablaban sólo sus dialectos nativos. Únicamente los oficiales hablaban inglés, castellano o el llamado idioma nacional, el tagalok, lengua que sólo se hablaba en Manila y sus alrededores. Utilizaban armas obsoletas, como el rifle Einfeld británico de la Primera Guerra Mundial y portaban cascos hechos de fibra. El calzado era de lona, con medias y pantalones cortos, muy convenientes durante el día, pero que no eran adecuados para las frías noches de la jungla de Bataan. Toda la impedimenta era al estilo colonial británico de comienzos del siglo XX y utilizados hasta la Primera Guerra Mundial.
El estado de los defensores
Además de las fuerzas nativas, las estadounidenses que finalmente se agruparon en Bataan, sumaban 11.796 hombres, más varios regimientos de exploradores filipinos que formaban parte de las fuerzas de EEUU, desde hacía varios años y que estaban entrenados. A esas fuerzas, se les sumaron unos cuantos miles de civiles, enfermeras, médicos y religiosas, que huyeron a Bataan y que debieron ser atendidos y alimentados con las reservas militares, constituyendo una carga que no la tenían prevista. Bajo esas circunstancias, los suministros se convirtieron en un serio problema para el mando militar. Toneladas de arroz fueron dejados en los almacenes de Manila antes de la retirada a Bataan y fueron posteriormente destruidos por los japoneses. A mediados de enero, en pleno asedio, las fuerzas estadounidenses vieron la necesidad de reducir su alimentación en 50% y un mes más tarde apenas alcanzaba para ingerir 1000 calorías por cabeza, consistente en arroz, pescado y de vez en cuando carne de caballo o asno del 26 Regimiento de Caballería. Ocasionalmente, se incluía en la dieta carne de mono, de serpiente y de búfalo de agua o carabao. La malaria hacía estragos en una zona endémica que para entonces, era de las más fuertemente infestadas del mundo.
El ataque japonés
El ímpetu de las fuerzas japonesas fue tal que rápidamente establecieron cabezas de puente apoyados por la aviación naval y la artillería de la flota de invasión. Para el día 2 de enero de 1942, MacArthur ordenó a las fuerzas de defensa hacerse fuertes en la península de Bataan donde restituyó el plan original de defensa. La estrategia de los mandos de EEUU era contener a las fuerzas japonesas para obligarlos a utilizar el mayor número de fuerzas hasta que la flota de EEUU pudiera recomponerse del ataque a Pearl Harbor.
MacArthur escapa
Pronto las fuerzas de MacArthur se vieron sin pertrechos suficientes y la escasez de alimentos y medicinas comenzó a sentirse. La causa estaba perdida, pues la preparación y decisión de las tropas japonesas estaba arrasando a los defensores. Al momento en que toda resistencia era ya inútil, MacArthur recibió órdenes de escapar a Australia en compañía del Alto Comisionado de EEUU, Francis B. Sayre y el comando fue entregado a los generales Wainwright y King.
Ofensiva final
El 3 de abril de 1942, el General Homma lanzó el ataque final para aplastar la resistencia filipina. Las líneas fueron rotas con facilidad y el 9 de abril de 1942, el general Wainwright rindió sus fuerzas al general Homma. Todas las líneas de defensa habían sido destruidas y la única opción era deponer las armas. Ese día, 70 mil hombres se rindieron a las fuerzas japonesas. La Isla de Corregidor era conocida como el tapón de Manila y fue el lugar donde se continuó la resistencia y donde más encarnizada fue la lucha.
La Marcha de la Muerte
Debido al enorme número de prisioneros, el General Homma decidió que por grupos todos marcharan a pie desde Bataan hasta San Fernando un recorrido de cerca de 100 kilómetros y que desde ahí fueran embarcados en tren hasta un campo de prisioneros en el centro de Luzón. Muchos de los prisioneros escaparon a la jungla donde algunos se agruparon para establecer puntos de resistencia, que a la larga no tendrían éxito por carecer de apoyo externo.
El General Homma no supo, sino hasta muy tarde, el número exacto de tropas capturadas, tampoco sabía que el estado físico de los prisioneros era deplorable y que la marcha de 100 kilómetros bajo condiciones de intenso calor y sin agua, causaría estragos, pero tampoco tenía tiempo para trazar un plan de evacuación adecuado que le tomaría tiempo, arriesgándose a un contraataque de la marina estadounidense. Pero el General Homma sí estableció un plan para alimentar y cuidar a los prisioneros, aunque no estuvo en el lugar para obligar a sus tropas a cumplirlo.
Fin de Bataan
De los 11.796 estadounidenses que había en Bataan el 3 de abril de 1942, unos 1500 estaban heridos o enfermos y quedaron internados en uno de los dos hospitales de campaña de Bataan. Unos pocos lograron llegar a nado a Corregidor, cruzando el estrecho de 2 millas infestado de tiburones y fueron asignados a las defensas de las playas.
Campo O'Donnel
La marcha, conocida como la Marcha de la Muerte, de 100 kms desde Mariveles hasta San Fernando se cumplió con grandes estragos para los cautivos, quienes fueron tratados de acuerdo al concepto japonés de la época de que un hombre que se rinde pierde su honor y sólo merece la muerte. La marcha se realizó en varios tramos. Todas las mañanas los japoneses reunían grupos de unos cientos de hombres que a punta de bayoneta eran formados para iniciar la marcha. La mayoría se encontraban agrupados entre desconocidos y cada uno trataba de sobrevivir sin importarle los demás. Quienes tuvieron la suerte de reunirse con compañeros de su misma unidad, tuvieron la suerte de poder ayudarse unos a otros. Algunos hombres pudieron resistir 9 días y otros apenas 4. Todos no recorrieron la misma distancia porque los puntos de concentración estuvieron separados alrededor de la ruta. Los estadounidenses supervivientes, unos 9300, fueron embarcados en vagones y trasladados al Campo O'Donnel distante unos 40 kilómetros. Durante la marcha murieron entre 600 y 650 estadounidenses. Sólo se puede estimar que de los 66 mil filipinos, unos 2500 quedaron en los hospitales, unos 1700 escaparon a Corregidor y un pequeño número se quedó en Bataan, trabajando para los japoneses después de la rendición.
Como ejemplo de lo que pasó durante la marcha de uno de los grupos de prisioneros, un coronel herido en las piernas fue llevado en una camilla por 4 voluntarios, pero a medio día cuando el sol estaba en el cenit y el calor se hacía insoportable por la falta de agua, fue abandonado a un lado del camino, donde quedó clamando que lo ayudaran.
Los prisioneros que rompían las filas, atontados por la falta de agua y comida, eran acosados por los guardias que daban órdenes en japonés y que nadie entendía. Cuando se quedaban rezagados, sonaban los disparos. Los que caían y no se podían levantar muchas veces eran muertos por los suboficiales armados con espadas.
En Mariveles, los filipinos marchaban por el lado derecho del camino y los estadounidenses por el lado izquierdo. Los filipinos sufrieron más que los estadounidenses el maltrato, a pesar que estos últimos pensaban que sería al revés. Las tropas japonesas se consideraban una raza superior en el Asia y vivían bajo reglas muy estrictas sobre el comportamiento humano, además de ser reglas de corte medieval. En general, los japoneses sentían desprecio por todo soldado que se rendía pues dentro de los cánones de su moral, el vencido sin honor solo tenía un camino, el del suicidio. Esto se comprobó hasta el final de la guerra, cuando un reducido número de tropas japonesas era capaz de luchar hasta la muerte, muchas veces contra un número muy superior de enemigos de hasta diez contra uno.
Aparte del maltrato, la falta de alimentos adecuados, de agua y medicinas diezmó a los prisioneros. Un soldado japonés estaba acostumbrado a luchar con sólo un plato de arroz al día, pero esa dieta no era suficiente para los prisioneros occidentales que además sufrieron todo tipo de enfermedades que no podían curar por falta de medicinas y en un ambiente hostil con temperaturas sobre los 40ºC. Aquel que se rezagaba era dejado en el camino y sólo le esperaba la muerte, pues nadie estaba en condiciones de ayudarle a nos ser a costa de su propia vida. Como no había suficiente agua, muchos prisioneros tomaban agua de las lagunas contaminadas, enfermaban y morían.
Corregidor
En Corregidor las cosas fueron diferentes. Había gran cantidad de alimentos almacenados y las tropas estaban bien alimentadas. Durante la batalla, los abastecimientos no llegaban a las tropas en Bataan porque los suministros que iban en camiones eran asaltados por tropas rezagadas y hambrientas.
El caos reinante en Corregidor, que se mantuvo más tiempo luchando después que Bataan se había rendido, impide conocer el número exacto de prisioneros, pues no se conoce cuántos hombres murieron en la isla, pero los que fueron capturados, estaban en buenas condiciones de salud porque incluso los índices de enfermos por malaria era mínimo en la isla y debido a eso los cautivos de Corregidor llegaron en mejores condiciones a los campos de prisioneros. Las posibilidades de supervivencia de los prisioneros de Corregidor eran dos de cada tres, mientras que los de Bataam fueron uno de cada tres.
En Corregidor hubo 15 mil soldados estadounidenses y filipinos, componentes de las defensas costeras y antiaéreas al lado del 4to Regimiento de Marines que recién habían llegado de China. Por tanto, contrario a lo que se ha dicho, según el Mayor Gordon, el 4to Regimiento de Marines no participó en la lucha en Bataan, sino que tenía el encargo de proteger las playas de Corregidor. De ellos sólo 45 llegaron a Campo O'Donnel. Después de llegar a O'Donnel, muchos prisioneros fueron trasladados a otros campos existentes en el Pacífico Sur.
Revisión de la historia
El Mayor Richard M. Gordon, es un veterano de Bataan, el Campo O'Donnel y Cabanatuan. Es un superviviente de la Marcha de la Muerte y está escribiendo un libro sobre sus experiencias en Filipinas desde octubre de 1940 hasta octubre de 1945, cuando fue liberado. Según este veterano, contrario a lo que se ha venido diciendo, Bataan, Corregidor y La Marcha de la Muerte no están interrelacionados. Corregidor tuvo muy poca relación con Bataan y no tiene ninguna conexión con La Marcha de la Muerte. El Mayor Gordon corrige las afirmaciones que Williams Manchester escribió en su libro "American Ceasar" una biografía del General MacArthur, a pesar de que Manchester, en palabras de Gordon, es reconocido como "un investigador meticuloso."
Dice Gordon, que en el libro, Manchester escribió, "On May 6, a terrible silence fell over Corregidor. White flags were raised from every flagstaff that was still standing and the triumphant Japanese moved their eleven thousand captives to Bataan. The next day began the brutal Death March", es decir “El 6 de mayo un terrible silencio cayó sobre Corregidor. Se izaron banderas blancas en cada mástil que se mantenía en pie y los triunfantes japoneses enviaron los 11 mil prisioneros a Bataan. Al día siguiente comenzó la brutal Marcha de la Muerte."
Según Gordon, eso es falso, lo que ocurrió fue que los prisioneros fueron enviados a Manila donde los hicieron desfilar para impresionar a los filipinos y demostrar el poder de los japoneses. Cuando Corregidor cayó, el 6 de mayo de 1942, el último de los prisioneros que iniciaron la Marcha de la Muerte ya había entrado a Campo O'Donnel el 24 de abril de 1942, es decir 12 días antes. Después de esa fecha algunos grupos aislados fueron ingresando al campo. Los prisioneros de la Marcha de la Muerte siguieron entrando a Campo O'Donnel diariamente, desde el 12 de abril hasta el 24 de abril de 1942. Los prisioneros de Corregidor, no fueron sacados de la isla sino dos semanas después, esperando la rendición de los últimos defensores en las islas del sur de Filipinas.
En 1982, el Congreso de EEUU, en resolución conjunta rindió honores "a los hombres de Bataan y Corregidor quienes hicieron la Marcha de la Muerte" probablemente siguiendo al pie de la letra las afirmaciones de Manchester. Obituarios de los hombres que fueron capturados en Corregidor, también indican que ellos efectuaron la Marcha de la Muerte, cuando ellos no estuvieron en esa marcha.
Otra de las afirmaciones de Gordon es que los soldados de Bataan no se rindieron, sino que fueron rendidos, porque recibieron órdenes de hacerlo y aquellos que se resistían fueron amenazados con ser enviados a una Corte Marcial. Las razones que tuvo el General King para rendir a sus fuerzas en Bataan son muchas. Sólo había comida para dos días, no había medicinas contra la malaria que diezmaba a las tropas, las municiones de todo tipo estaban agotadas. Los soldados estaban exhaustos y no podían montar el contraataque ordenado por el General Wainwright. Los continuos bombardeos de la aviación y la artillería naval japonesa no eran respondidos desde las líneas de los defensores por carecer de medios. El General King ordenó deponer las armas y más tarde, en el Campo O'Donnell les dijo a sus tropas "Ustedes no se han rendido, yo lo hice. Esa responsabilidad es mía y sólo mía."
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