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Batalla de Sigüenza [7 Agosto al 15 Octubre 1936]
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Batalla de Sigüenza [7 Agosto al 15 Octubre 1936]
La Batalla de Sigüenza tuvo lugar al inicio de la Guerra Civil española, desde el 7 de agosto al 15 de octubre de 1936. El episodio más importante fue el sitio a su catedral, donde se refugiaron cerca de 800 personas, entre milicianos y civiles, para resistir a los sublevados en espera de refuerzos, que nunca llegaron. La batalla finalizó con la destrucción parcial de la ciudad, incluidos importantes edificios de gran valor histórico-artístico, y la muerte de más de 500 personas, en su mayoría civiles.
En los días que anteceden a la guerra civil, la tensión que se respira en Sigüenza, de población mayoritariamente conservadora y clerical, pero con grupos militantes de izquierda muy activos, va aumentando hasta alcanzar su cota máxima el día 13 de julio de 1936, cuando se produce el asesinato de Francisco Gonzalo, apodado “el carterillo”, creador y presidente de la Casa del Pueblo de Sigüenza, fundador de la Agrupación Socialista y del Sindicato de Oficios Varios, y miembro de la Comisión Gestora Municipal, a manos de un grupo de conocidos miembros de la derecha seguntina.
Tras el 17 de julio los miembros de la Guardia Civil marchan a Guadalajara requeridos por el gobernador de la provincia. De todas partes llegan noticias confusas. Los rumores hablan de que Medinaceli ha sido tomada por los militares y que se dirigen hacia Alcolea, y por tanto hacia Sigüenza. Por otro lado, la rápida caída de Guadalajara hace prever que las milicias llegarán pronto a Sigüenza.
Una vez dominada la sublevación en Guadalajara, el coronel Puigdéngola entrega el mando al coronel Jiménez Orge, que establece su puesto de mando y el grueso de sus tropas en Taracena, a cuatro kilómetros y medio de Guadalajara.
Bajo su mando tiene unos cinco mil hombres integrados en dos compañías de guardias civiles (denominada Guardia Nacional Republicana a partir del 30 de agosto de ese año), otras dos de guardias de asalto, un escuadrón de caballería del cuerpo de Seguridad, otro de vehículos blindados, y un grupo de artillería con tres baterías, además de unos 1500 milicianos entre ferroviarios de la UGT, de la JSU -Juventud Socialista Unificada-, de la CNT-FAI y del POUM.
Esta “columna” estaba organizada en tres flancos: el izquierdo, con 570 hombres; el del centro, con 2.600 y el derecho con 458, con los milicianos situados en el frente y las fuerzas con capacidad real de combate (guardia de Asalto y Guardia Civil) situadas en Taracena, a 80 km. del mismo.
Desde Zaragoza una columna rebelde va progresando lentamente en su avance hacia Madrid. Está formada por tan solo 550 soldados, 360 requetés del tercio Doña María de las Nieves y unos 200 falangistas, a los que el día 22 de julio se les unen dos compañías de infantería del regimiento Gerona nº 22 al mando del comandante de Infantería José Palacios Palacios. A la altura de Calatayud reciben el refuerzo de una batería de artillería ligera del regimiento núm. 10, y algunos voluntarios más en Arcos de Jalón. Al día siguiente, llegan a Medinaceli, donde se les unen otra compañía de infantería del Gerona, mandada por el capitán Sánchez Blanco, la sección de ametralladoras del teniente González Vidaurreta, y una sección de zapadores, mandada por el teniente Enrique García Ruiz Soldado.
Los rumores sobre el avance de esta columna, hacen que el anarquista Cipriano Mera salga el día 24 hacia el norte de la provincia con unos cien hombres. En Taracena contacta con Jiménez Orge, quien no accede a su petición de enviar tropas hacia esa zona. Mera continúa camino hacia Alcolea del Pinar, inspeccionando a su paso Torija, Gajanejos, Trijueque y Torremocha, llegando al anochecer a Alcolea. Allí organiza la vigilancia de las tres carreteras que confluyen en la población, y que vienen desde Sigüenza, Molina de Aragón y la carretera general desde Medinaceli donde, según el alcalde de Alcolea, han llegado dos batallones de infantería y un grupo de Artillería con dos baterías procedentes de Zaragoza.
Mera informa telefónicamente al Gobernador de la provincia y, en vista de su nula respuesta, vuelve a Guadalajara e informa a Jiménez Orge quien le dice que no tiene órdenes de avanzar. Entonces marcha a Madrid, al Ministerio de la Guerra, donde le indican que se dará órdenes a las fuerzas de Guadalajara para que avancen.
De regreso al norte de la provincia, Mera se encuentra que los milicianos que había dejado en Alcolea han retrocedido hasta Torremocha ante los rumores de un ataque enemigo. Continúa hasta Alcolea donde encuentra que no queda ni un solo miliciano, optando por abandonar también la población.
Desde Alcolea se desplaza a Sigüenza con unos 25 o 30 milicianos, donde llega a las 8 de la mañana del día 25. Tras tomar las casas colindantes, entran en el palacio arzobispal, donde les sale al paso el Obispo acompañado de dos o tres personas. El líder anarquista cuenta en su Diario que al sacarlos a la calle tiene que interponerse entre el obispo y un miliciano que está dispuesto a matarle allí mismo. Mera parte después hacia Cuenca, pero las milicias, una vez consolidada Guadalajara, van llegando poco a poco por carretera a Sigüenza. En su camino sólo algún pequeño destacamento de Guardias Civiles se les opone. La primera en llegar es la columna de la CNT-FAI, formada por unos 200 hombres, al mando de Feliciano Benito Anaya. Horas más tarde llega una columna 300 comunistas del batallón Pasionaria, a cargo del comandante Castro.
El día 26, unos 100 falangistas mandados por Jose Héctor Vázquez, llegan al pueblo de Atienza para reforzarlo. Tras la toma de Guadalajara, con la mayor parte de la provincia en manos republicanas y con la sierra de Madrid tomada por los milicianos, la serranía de Atienza se convierte en paso obligado desde Soria hacia Madrid. En los días siguientes serán constantes las salidas de inspección hacia pueblos cercanos, para preparar un posible avance nacional hacía Cogolludo.
Mientras, llegan por tren a Sigüenza otras dos columnas de milicianos comandadas por el comandante Jesús Martínez de Aragón: la de los ferroviarios de la UGT y la de la JSU (Juventud Socialista Unificada). Las cuatro tendencias revolucionarias se dan cita en Sigüenza: la columna socialista formada por obreros ferroviarios de la U.G.T., el batallón comunista Pasionaria, los anarquistas de la C.N.T. – F.A.I. y la columna del P.O.U.M. al mando de Santiago Martínez, la más pequeña de las cuatro, en la que se encuentran Hipólito y Mika Etechebéhère. Unos y otros van tomando posiciones en la ciudad: las milicias cenetistas se sitúan en el convento de las Ursulinas, el batallón comunista Pasionaria en el de las Franciscanas, la columna socialista ocupa dependencias próximas al obispado y las milicias del P.O.U.M se sitúan en la estación de ferrocarril.
Con la llegada de los milicianos a Sigüenza, se inicia la persecución religiosa. El día 26, el obispo diocesano, Eustaquio Nieto Martín, un anciano de setenta años, como cuenta el propio Mera en su Diario, es conducido a la Puerta de Guadalajara, donde se le instruye un “juicio popular” que termina devolviéndolo a su residencia. En madrugada del día siguiente un grupo de milicianos entra de nuevo en el palacio, detiene al obispo y, con supuestas órdenes de trasladarlo a Madrid, le sacan de Sigüenza en un automóvil por la carretera de Alcolea del Pinar. A 4 kilómetros, los milicianos detienen el auto y fusilan al obispo, rociando su cuerpo con gasolina y prendiéndole fuego, arrojándolo después a un barranco. Sus restos fueron recogidos, una semana después, por la 5ª Compañía del Tercio de Requetés “María de las Nieves”. También sería asesinados el presidente de Acción Católica, José María Martínez, y el deán de la Catedral, Anastasio de Simón, entre otros.
El frente se presenta inestable. Son muchos kilómetros y pocos hombres para cubrirlos por parte de los dos bandos, lo que hace que muchos pueblos, situados en tierra de nadie, cambien de mano una y otra vez. Solo se vigilan los puntos importantes. La carretera general es custodiada por un centenar de hombres con escasa organización. En los montes del alto Tajo, milicianos organizados en guerrillas vigilan los pueblos ocupados por el enemigo.
Con Sigüenza tomada por los milicianos, se intenta tomar Atienza para cortar una posible ruta de avance nacional desde Soria.
El día 28 de julio un vehículo con varios milicianos avanza desde Sigüenza entrando en Atienza, donde son detenidos por la guardia civil y un pequeño grupo de falangistas. El grueso de las tropas de Héctor Vázquez se encuentra recorriendo la zona de Hiendelaencina.
En la mañana del 29 una columna de unos 600 milicianos parte de Siguenza y llegan hasta la entrada de Atienza, siendo su avance detenido cerca del Arco de la Guerra por los pocos falangistas que permanecen en la población, hasta que al mediodía el grueso de las tropas de Héctor Vázquez regresa a la localidad haciendo que los milicianos se retiren.
El día 30 una escuadrilla de aviones republicanos sobrevuela Atienza arrojando octavillas. Los movimientos republicanos hacia Atienza son evidentes, por lo que el día 31 llegan algunos requetés al mando del capitán Nogueras, así como unos cuantos hombres procedentes del Regimiento Gerona, al mando del teniente De Luis, previstos de ametralladoras y armamento pesado.
El día 3 de agosto, la columna nacional toma Alcolea del Pinar, donde el comandante Palacios ordena, como primera medida, emplazar dos piezas de artillería en el importante cruce de la carretera general con la que va a Sigüenza. Ese mismo día por la tarde las fuerzas republicanas inician un fallido contraataque para recuperar la plaza, con la ayuda de la aviación republicana, que bombardea Atienza y Medinaceli.
Las fuerzas republicanas de Sigüenza organizan su defensa distribuyéndose en sus alrededores: las milicias de Sigüenza ocupan el cerro Valdecán (próximo a la carretera de Atienza), las de la JSU cubren el cerro de Santa Librada, las milicias ferroviarias cubren el cerro El Mirón (considerada la zona más factible para que el enemigo intentara la penetración), el batallón Pasionaria ocupa el cerro La Quebrada y por último las fuerzas del POUM defenderán el cerro de El Otero.
El ejército nacional se ha fortificado en Atienza y Alcolea del Pinar, ocupando posiciones de fácil defensa y manteniéndose a la expectativa.
Al amanecer del día 4 un avión republicano sobrevuela Atienza para inspeccionar las tropas allí emplazadas. Es el preludio a un nuevo ataque sobre la villa. Las tropas republicanas inician un bombardeo desde la carretera de Sigüenza, que dura hasta mediodía, tras el cual los milicianos se lanzan hacia la población siendo rechazados por las ametralladores situadas en la iglesia de la Trinidad y sobre el altillo de la Capucha. Las avanzadillas republicanas consiguen llegar hasta cerca de la ermita del Humilladero, donde resisten toda la tarde, hasta que interviene la aviación nacional que bombardea sus posiciones haciéndoles retirarse.
El día 5 las fuerzas sublevadas inician un reconocimiento en la zona de Sauca y Estriégana, llegando hasta Barbatona, a tan solo 5 kilómetros de Sigüenza. Sucesivamente van llegando nuevos refuerzos hasta alcanzar la cifra de 1.200 hombres, entre ellos una sección de artillería de 75, que emplaza sus piezas en Alcolea.
El 6 por la tarde llega el último refuerzo constituido por la compañía de falangistas de Calatayud y una sección de ametralladoras del Bailén. Todo está listo para iniciar la ofensiva, que será realizada por las compañías 1ª y 4ª del 1º batallón del Gerona, voluntarios de Calatayud mandados por el capitán Sánchez, una compañía de requetés de Zaragoza al mando del capitán Villarroya, otra del Bailén con el capitán Villa, dos secciones de ametralladoras (una de cada regimiento) y una sección de Zapadores. El fuego de la artillería estaría a cargo de las piezas de dos secciones, una de 75 y otra de 105.
Al amanecer del día 7, tras una corta preparación artillera, se inicia el avance del primer escalón, en un principio sin resistencia republicana, hasta que un pastor avisa a las patrullas milicianas de la presencia de las tropas nacionales en las cercanías de Sigüenza.
La 1ª compañía de fusiles del Bailén, al mando del capitán Villa, inicia el avance hacia el Castillo, mientras que otra columna, con los 100 voluntarios de Calatayud al mando del capitán Sánchez, hace lo mismo por la parte baja de la ciudad dirigiéndose hacia la estación del ferrocarril. Ambas columnas reciben un intenso fuego que les impide el avance y les produce un gran número de bajas entre ellas la del capitán Villa, quedando retenidas en su marcha por falta de apoyo. El segundo escalón, formado por una compañía de requetés de Zaragoza al mando del capitán de Infantería Enrique Villarroya Jiménez, que estaba encargado de ocupar el Seminario, está muy retrasado, lo que permite la llegada de refuerzos al enemigo. Desde Guadalajara llegan por ferrocarril unos 200 guardias de asalto, y desde el cercano pueblo de Palazuelos, en la carretera de Atienza, llegan grupos de milicianos que fijan la línea, pese al avance de la compañía del capitán Ruiz Soldado, que había quedado en retaguardia como apoyo.
A las 2 de la tarde las fuerzas atacantes tienen que replegarse precipitadamente en dirección a Alcolea del Pinar, donde llegan a las 6 y media. La artillería del 75 también tiene que retirarse. El número de bajas sufridas ha sido elevado, unos 60 hombres, y las pérdidas materiales y de armamento también es considerable. Como consecuencia de este frustrado asalto se producen en Sigüenza graves incidentes anticlericales, con la profanación de varias iglesias.
Los efectivos sublevados todavía son muy reducidos, por lo que el mando nacional inicia un cambio de táctica intentando rodear la plaza poco a poco. Va concentrando sus elementos en Atienza y Alcolea, donde van llegando varios tabores de regulares, una bandera del Tercio, algún regimiento de línea, y centenares de requetés, con el apoyo de mucha artillería y cerca de treinta tanques. Inician así la presión por la carretera general y por la que baja desde Paredes a Sigüenza. El mando nacional reorganiza sus tropas en el sector formando dos agrupaciones, la oriental situada en Alcolea, al mando del comandante Dionisio Pareja Arenilla y que cuenta con 563 hombres y una batería, y la occidental, situada en Atienza, comandada por el teniente coronel Ricardo Marzo, con 591 hombres y dos piezas de 105. También dejan una pequeña reserva de 396 hombres en Barahona, 112 hombres en Medinaceli, 160 en Torralba y 136 en Barcones, con los que poder reforzar el resto de unidades.
El jueves día 13 de agosto los primeros aviones de la Legión Cóndor se estacionan en el cercano aeródromo de Baraona, en la provincia de Soria, a menos de 40 km. de Sigüenza.
El día 16 el coronel Jiménez Orge dirige en persona un nuevo ataque a la localidad de Atienza con una columna compuesta de una parte de los milicianos establecidos en Sigüenza, unos 400 milicianos del POUM procedentes de Guadalajara, una compañía de 150 guardias de asalto, varios vehículos blindados y algunas piezas del 75 traídas de Guadalajara. Después de una preparación artillera que se inicia a las 6 de la mañana, el avance republicano queda detenido cerca del castillo sin poder avanzar. Los defensores contraatacan con dos compañías del Gerona procedentes de Medinaceli, con el apoyo de 5 cañones y tres aviones. Las tropas de Jiménez Orge tienen que retirarse a las 5 de la tarde, volviendo los guardias de Asalto a Guadalajara y quedándose en Sigüenza parte de los milicianos del POUM. Esta reiteración republicana en atacar Atienza una y otra vez carecía de todo sentido estratégico, pues lo lógico hubiese sido la reconquista de Alcolea del Pinar, abriendo así el camino hacia Zaragoza.
26 de agosto el teniente coronel Marzo toma el mando de la totalidad de las tropas nacionales en el sector e inicia las operaciones para envolver Sigüenza ordenando el avance de la agrupación occidental. Al día siguiente, las tropas de Marzo atacan la zona de Riba de Santiuste / Imón, forzando a las tropas republicanas a retroceder ante el ataque de una unidad de requetés y una compañía del Gerona desde la carretera de Sienes.
día 28 de agosto tropas de la CNT-FAI, usando camiones protegidos con chapas de hierro, intentan recuperar Imón. Tras fuertes combates, que duran desde las 3 de la tarde hasta que anochece, los milicianos consiguen tomar unas colinas cercanas, fundamentales para consolidar la posición, pero reciben orden de replegarse. Esta orden causa un gran descontento y desconfianza hacia sus mandos entre las tropas milicianas, pues suponía la renuncia a un terreno ganado a costa de muchas bajas.
El 1 de septiembre la agrupación oriental, que avanza entre los ríos Henares y Dulce, conquista Horna, llegando con relativa facilidad el día 3 hasta Cubillas del Pinar, Guijosa y Barbatona. En Jodrá del Pinar recibe fuertes contraataques republicanos que bombardean también el pinar de Babatona, donde se encuentra una batería nacional del 75. Finalmente la agrupación oriental consigue cortar las comunicaciones de Sigüenza en las proximidades de Estriégana, llegando después a Pelegrina.
Los bombardeos de artillería sobre Sigüenza se inician el día 7 de septiembre, cuando la columna occidental sitúa una batería de 155mm sobre Mojares, al noroeste de Sigüenza. Estos bombardeos se repetirán casi a diario desde las 6 de la mañana.
El día 8, la 4ª compañía del Gerona, una sección de ametralladoras y fuerzas requetés ocupan Torresabiñán. El 9 caen Pozancos y Alcuneza, el 12 Carabias, el 17 Palazuelos, y a través del desfiladero del río Salado se dirigen hacia Huérmeces para hacer el cierre con la otra columna en la zona de Pelegrina.
La táctica de envolver Sigüenza va teniendo éxito, y el 23 de septiembre la ciudad se halla en una situación verdaderamente crítica. El líder cenetista Feliciano Benito reclama con insistencia materiales y hombres, pero en Madrid parece que no se le escucha. Mientras como consecuencia de los avances rebeldes, comienzan a llegar a la ciudad numerosos refugiados procedentes de los pueblos ocupados.
Las diferentes columnas divisionarias alcanzaban las siguientes líneas (imagen 3): el 3 de septiembre, la formada por Ríofrío-Bujalcayado-Mojares-Alcuneza, que seguía por Guijosa-Estriégana-Alcolea del Pinar, y para el 23 del mismo mes la de Angón-Huérmeces y Palazuelos, para seguir por Barbatona-Pelegrina y Torremocha.
El día 27, fuerzas nacionales al mando del capitán Salto ocupan los pueblos de Angón y El Atance.
Desde primeras horas de la mañana del día 29 de septiembre, una veintena de trimotores alemanes de la Legión Cóndor inician un duro bombardeo sobre Sigüenza. Las distintas oleadas van causando estragos en una ciudad que, sin un solo antiaéreo en sus proximidades, no tiene defensa posible. Los cazas de escolta descienden y ametrallan la población. El Hospital y Hospicio del obispado es destruido totalmente, muriendo todos los niños internos y las hermanas celadoras. El convento de las Ursulinas, usado como cuartel por las milicias de la CNT, el convento de los Franciscanos de la calle Mayor, ocupado por el batallón Pasionaria, y el Seminario, ocupado por los milicianos de la UGT, sufren importantes daños. En este bombardeo muere el jefe de las milicias del POUM, Santiago Martínez Vicente.
La situación es tan desesperada que se pide a Martínez de Aragón que de la orden de evacuar Sigüenza, pero en su lugar, éste propone encerrarse en la catedral y resistir en espera de refuerzos, al estilo de lo ocurrido en el Alcázar de Toledo.
Ese día llega a Palazuelos un batallón del América, con el comandante Alfonso Sotelo, que continua al día siguiente su avance hacia Sigüenza.
El 30 de septiembre tiene lugar otro importante avance rebelde para ocupar las alturas que rodean a Sigüenza, antes del asalto final. Mientras la artillería situada en Mojares abre fuego, se produce un avance de la infantería desde Alcuneza hacia el colegio de los Hermanos Maristas, para aprovechar como protección la alta valla que lo rodea. De esta manera se sitúan en la misma falda del cerro e inician el ataque desde el oeste del mismo. El cerro está defendido por unos 60 hombres del POUM con ametralladoras, que poco pueden hacer para resistir. Las defensas y parapetos construidos están orientados principalmente hacia el este, ya que siempre se había creído que el ataque a esta posición se realizaría desde Alcolea del Pinar.
Por el norte otra columna nacional ataca desde la zona del vértice Mojonazo y Valderramón y conquista primero la loma de El Mirón, extendiéndose hacia el otro extremo de la misma, y tomar el cerro del mismo nombre.
El ataque desde el este se produce desde la misma zona por donde se intentó tomar Sigüenza en el mes de agosto, avanzando entre los arroyos del Vado y de Valdemerina, llegando a la cota 1199.
El cerro de la Quebrada, al sur de Sigüenza, que fue fortificado por los mineros de Pozoblanco, es tomado por una compañía de falangistas con una pieza de artillería del 65, dominando así la carretera hacia Guadalajara.
Se inicia una desbandada de una parte de las tropas republicanas, si bien, al día siguiente una parte de ellos repara la vía férrea y ataca las posiciones nacionales, principalmente en la zona de la Quebrada, la cual queda aislada durante todo el día. Las tropas rebeldes, tras tomar Huércemes del Cerro, avanzan hacia Viana de Jadraque, Cutamilla y Moratilla de Henares, cerrando más el cerco sobre Sigüenza.
El día 1 de octubre, Sigüenza está sitiada casi por completo.
El día 2 llega el último tren a Sigüenza desde Guadalajara, con 40 cajas de munición, pero sin ningún refuerzo. Ese mismo día las tropas que habían tomado el cerro El Mirón inician el ataque a la estación de ferrocarril defendida por 150 miembros del POUM bajo el mando de Mika Etchebéhère, tomándola al caer la noche.
El 3 de octubre se crea orgánicamente la División Soria bajo el mando del general José Moscardó, cuya misión es atender el frente desde el puerto del Reventón, en Rascafría, hasta de Medinaceli. La división contaba con unos 11.600 hombres y se dividía en dos Columnas: la de Somosierra, al mando del coronel García Escámez, y la de Sigüenza, al mando del coronel Marzo, recientemente ascendido, que se componía de unos 3800 hombres y dos baterías. Formaban la columna del coronel Marzo el llamado Batallón Gallego, un Batallón del América, otro del Regimiento de Gerona, dos compañías de Bailén, una de Aragón, un número indeterminado de falangistas y requetés de Navarra, La Rioja y Soria, así como un escuadrón de guardias civiles, dos baterías y dos compañías de Ingenieros.
Los objetivos fijados por Mola son ocupar Sigüenza y avanzar hasta situarse en la línea Jadraque-Almadrones, extendiendo su frente, si las circunstancias lo permiten, hasta Cogolludo.
En el interior de la ciudad, las tropas republicanas comienzan los trabajos para encerrarse en la catedral. Allí acumulan víveres, ropa, algunas cajas de dinamita, coches, autocares y camiones con los tanques llenos de gasolina (que más tarde tendrán que volcar en los sepulcros ante el peligro de que se incendien) y otros pertrechos, incluidos alrededor de cincuenta mulos militares que arrastraban armones que serían utilizados como parapetos. El aljibe de la catedral les abastecería de agua durante algún tiempo. Pero lo más preocupante es la escasez de munición y la ausencia casi total de material médico. Se construyen parapetos y se organiza la intendencia en el interior de la Catedral. En la torre de la izquierda sitúan dos ametralladoras, que serán las que lleven el peso del fuego desde la catedral.
En un informe del día 5, Jiménez Orge señala que la situación es insostenible y que, de no facilitársele refuerzos, se debería abandonar la ciudad, ya rodeada por completo. Su propuesta consistía en:
Abandonar Sigüenza
Retirarse a la línea definida por Congostrina-Pálmaces de Jadraque-Negredo-Huérmeces-Baides
Volar los puentes
Organizar una línea principal de resistencia cerca de Jadraque (Cogolludo-Jadraque-Bujaralo-Matillas-Castejón de Henares-Miralbueno-Carrascosa-Navalpotro)
Situar otra a retaguardia cerca de Torija.
El repliegue sería aprobado por el general José Asensio Torrado, con las siguientes variantes:
Una primera línea quedaría establecida en Congostina-Picazo-Pálmaces de Jadraque-Negredo Baides-colina sur del f.c.
La Cabrera -sur de Torremocha del Campo- vértice al norte de Navalpotro
Una segunda línea en la línea principal de resistencia de la propues¬ta por Jiménez Orge
Una tercera línea, que cubriría Guadalajara, definida por Cifuentes-Brihuega-Torija-Taracena, todas sin idea de repliegue.
Ese día, por la tarde, Martínez de Aragón marcha a Guadalajara, quedando al mando de la plaza el anarquista Feliciano Benito.
Las tropas republicanas reaccionan a la ofensiva, intentado recuperar Barbatona. Llegan a adentrarse un kilómetro en el pinar, pero no consiguen continuar el avance. El tiempo se vuelve inclemente y con lluvias.
El día 7 una columna de requetés avanza por el oeste desde Huérmeces y toma los cerros entre la carretera de Atienza y Moratilla que controlan la vía del ferrocarril. Antes han tomado el relevo de las tropas de La Quebrada, donde asientan una pieza de artillería. El cerco a Sigüenza está casi completo, pero aún queda una pequeña zona despejada entre la carretera a Madrid y Pelegrina, y la cuenca del río Dulce, que no llegará a ocuparse y que será la vía de escape para algunos milicianos y civiles.
El 8 de octubre, se inicia una preparación artillera y un bombardeo aéreo que dura 5 horas. La primera fuerza en entrar en Sigüenza es la 1ª compañía de falangistas procedentes de Pamplona, al mando del capitán de Infantería Antonio Nombela Tomasich, que ataca a las 10 de la mañana dirigiéndose desde las Escuelas del Prado al Asilo de las Hermanitas y el Palacio Episcopal. A las 12:15 de la mañana el grueso de las tropas nacionales entran en Sigüenza desde diferentes posiciones sin encontrar apenas resistencia. Al anochecer, toda la ciudad, salvo la catedral, está tomada. Los escasos grupos que intentan resistir son reducidos rápidamente, como ocurre en la Fábrica de Alfombras. Las bajas nacionales han sido escasas, en contraste con las del bando republicano.
En la catedral se han encerrado unas 1000 personas (las cifras varían según las fuentes), milicianos y civiles, entre los que hay un grupo de mujeres muy numeroso. Las fuerzas combatientes son unos 450 milicianos, principalmente anarquistas, de los cuales 90 están heridos o enfermos, que son atendidos por un enfermero que carece de todo equipo médico.
Los sitiados son conminados a rendirse y ante su negativa, los asaltantes ocupan las casas más cercanas e instalan una pieza de artillería del 75 en la Alameda, mandada por el capitán Díaz Muntadas, trasladándola más tarde al interior de una vivienda en la calle Medina, frente a la Catedral. La artillería rebelde cañonea la catedral, produciendo grandes destrozos en su techumbre, torre derecha y cúpula.
Durante la madrugada del día 10 logran huir de la catedral unos 150 hombres, entre los que está Feliciano Benito, quedando los sitiados sin su jefe principal. Tropas republicanas intentan restablecer la línea en Barbatona, siendo rechazadas por las tropas rebeldes que habían quedado en Alcolea como reserva.
A media tarde del día 11 cesan los bombardeos sobre la catedral. La puerta principal ha quedado destrozada, construyendo los encerrados un parapeto con las losas y piedras caídas. También comienzan las negociaciones para la rendición de los sitiados. Un nuevo intento de fuga se produce en esa noche pero fracasa.
En la mañana del 12 las tropas nacionales envían a un miliciano de la UGT, que había huido de la catedral siendo capturado en la Alameda, para hacer llegar a los sitiados una nueva propuesta de rendición, estableciéndose un alto el fuego mientras se estudia la propuesta. A las 11 de la noche se produce un tiroteo dentro de la catedral entre partidarios de la rendición y otros que propugnaban por seguir en el encierro. El resultado es de 7 muertos. Aprovechando el alto el fuego se producen dos intentos mas de fuga, pero son descubiertos y frustrados.
A las 11 de la mañana del día 13, una vez terminada la tregua, comienza de nuevo un intenso ataque artillero y con morteros, que dura 6 horas, dirigido especialmente sobre el parapeto de la entrada principal. Durante la noche se produce una nueva fuga a través de las alcantarillas y el cementerio de los Canónigos llegando una parte de los fugados, entre los que está Mika Etchebéhère, al pinar situado al este de Sigüenza. El número de bajas llega ya a los 300, entre los fallecidos en el interior de la catedral y en los intentos de fuga frustrados.
A primera hora del día 14 se reinician los bombardeos sobre la catedral a cargo de varias piezas del 155 desde distintos puntos, dirigidos sobre las torres primero, y luego contra el ábside. Esa tarde los sitiados resisten otro ataque de las tropas nacionales desde la calle Medina para entrar por la puerta de Graneros.
El día 15 un grupo de dinamiteros consigue escapar abriéndose paso con cartuchos de dinamita. El agua del aljibe se termina y la catedral está en ruinas: parte de la nave central y el crucero están derruidas, así como varias zonas próximas al claustro, las letrinas y el cementerio de los canónigos, además de la torre derecha, en la que parte de las almenas amenazan con venirse abajo. A 17:30 los sitiados se rinden sin condiciones y abandonan la catedral por la puerta de la calle Medina, dirigiéndose hacia la Alameda.
Pero ya es demasiado tarde. Sigüenza se ha rendido.
En los días que anteceden a la guerra civil, la tensión que se respira en Sigüenza, de población mayoritariamente conservadora y clerical, pero con grupos militantes de izquierda muy activos, va aumentando hasta alcanzar su cota máxima el día 13 de julio de 1936, cuando se produce el asesinato de Francisco Gonzalo, apodado “el carterillo”, creador y presidente de la Casa del Pueblo de Sigüenza, fundador de la Agrupación Socialista y del Sindicato de Oficios Varios, y miembro de la Comisión Gestora Municipal, a manos de un grupo de conocidos miembros de la derecha seguntina.
Tras el 17 de julio los miembros de la Guardia Civil marchan a Guadalajara requeridos por el gobernador de la provincia. De todas partes llegan noticias confusas. Los rumores hablan de que Medinaceli ha sido tomada por los militares y que se dirigen hacia Alcolea, y por tanto hacia Sigüenza. Por otro lado, la rápida caída de Guadalajara hace prever que las milicias llegarán pronto a Sigüenza.
Una vez dominada la sublevación en Guadalajara, el coronel Puigdéngola entrega el mando al coronel Jiménez Orge, que establece su puesto de mando y el grueso de sus tropas en Taracena, a cuatro kilómetros y medio de Guadalajara.
Bajo su mando tiene unos cinco mil hombres integrados en dos compañías de guardias civiles (denominada Guardia Nacional Republicana a partir del 30 de agosto de ese año), otras dos de guardias de asalto, un escuadrón de caballería del cuerpo de Seguridad, otro de vehículos blindados, y un grupo de artillería con tres baterías, además de unos 1500 milicianos entre ferroviarios de la UGT, de la JSU -Juventud Socialista Unificada-, de la CNT-FAI y del POUM.
Esta “columna” estaba organizada en tres flancos: el izquierdo, con 570 hombres; el del centro, con 2.600 y el derecho con 458, con los milicianos situados en el frente y las fuerzas con capacidad real de combate (guardia de Asalto y Guardia Civil) situadas en Taracena, a 80 km. del mismo.
Desde Zaragoza una columna rebelde va progresando lentamente en su avance hacia Madrid. Está formada por tan solo 550 soldados, 360 requetés del tercio Doña María de las Nieves y unos 200 falangistas, a los que el día 22 de julio se les unen dos compañías de infantería del regimiento Gerona nº 22 al mando del comandante de Infantería José Palacios Palacios. A la altura de Calatayud reciben el refuerzo de una batería de artillería ligera del regimiento núm. 10, y algunos voluntarios más en Arcos de Jalón. Al día siguiente, llegan a Medinaceli, donde se les unen otra compañía de infantería del Gerona, mandada por el capitán Sánchez Blanco, la sección de ametralladoras del teniente González Vidaurreta, y una sección de zapadores, mandada por el teniente Enrique García Ruiz Soldado.
Los rumores sobre el avance de esta columna, hacen que el anarquista Cipriano Mera salga el día 24 hacia el norte de la provincia con unos cien hombres. En Taracena contacta con Jiménez Orge, quien no accede a su petición de enviar tropas hacia esa zona. Mera continúa camino hacia Alcolea del Pinar, inspeccionando a su paso Torija, Gajanejos, Trijueque y Torremocha, llegando al anochecer a Alcolea. Allí organiza la vigilancia de las tres carreteras que confluyen en la población, y que vienen desde Sigüenza, Molina de Aragón y la carretera general desde Medinaceli donde, según el alcalde de Alcolea, han llegado dos batallones de infantería y un grupo de Artillería con dos baterías procedentes de Zaragoza.
Mera informa telefónicamente al Gobernador de la provincia y, en vista de su nula respuesta, vuelve a Guadalajara e informa a Jiménez Orge quien le dice que no tiene órdenes de avanzar. Entonces marcha a Madrid, al Ministerio de la Guerra, donde le indican que se dará órdenes a las fuerzas de Guadalajara para que avancen.
De regreso al norte de la provincia, Mera se encuentra que los milicianos que había dejado en Alcolea han retrocedido hasta Torremocha ante los rumores de un ataque enemigo. Continúa hasta Alcolea donde encuentra que no queda ni un solo miliciano, optando por abandonar también la población.
Desde Alcolea se desplaza a Sigüenza con unos 25 o 30 milicianos, donde llega a las 8 de la mañana del día 25. Tras tomar las casas colindantes, entran en el palacio arzobispal, donde les sale al paso el Obispo acompañado de dos o tres personas. El líder anarquista cuenta en su Diario que al sacarlos a la calle tiene que interponerse entre el obispo y un miliciano que está dispuesto a matarle allí mismo. Mera parte después hacia Cuenca, pero las milicias, una vez consolidada Guadalajara, van llegando poco a poco por carretera a Sigüenza. En su camino sólo algún pequeño destacamento de Guardias Civiles se les opone. La primera en llegar es la columna de la CNT-FAI, formada por unos 200 hombres, al mando de Feliciano Benito Anaya. Horas más tarde llega una columna 300 comunistas del batallón Pasionaria, a cargo del comandante Castro.
El día 26, unos 100 falangistas mandados por Jose Héctor Vázquez, llegan al pueblo de Atienza para reforzarlo. Tras la toma de Guadalajara, con la mayor parte de la provincia en manos republicanas y con la sierra de Madrid tomada por los milicianos, la serranía de Atienza se convierte en paso obligado desde Soria hacia Madrid. En los días siguientes serán constantes las salidas de inspección hacia pueblos cercanos, para preparar un posible avance nacional hacía Cogolludo.
Mientras, llegan por tren a Sigüenza otras dos columnas de milicianos comandadas por el comandante Jesús Martínez de Aragón: la de los ferroviarios de la UGT y la de la JSU (Juventud Socialista Unificada). Las cuatro tendencias revolucionarias se dan cita en Sigüenza: la columna socialista formada por obreros ferroviarios de la U.G.T., el batallón comunista Pasionaria, los anarquistas de la C.N.T. – F.A.I. y la columna del P.O.U.M. al mando de Santiago Martínez, la más pequeña de las cuatro, en la que se encuentran Hipólito y Mika Etechebéhère. Unos y otros van tomando posiciones en la ciudad: las milicias cenetistas se sitúan en el convento de las Ursulinas, el batallón comunista Pasionaria en el de las Franciscanas, la columna socialista ocupa dependencias próximas al obispado y las milicias del P.O.U.M se sitúan en la estación de ferrocarril.
Con la llegada de los milicianos a Sigüenza, se inicia la persecución religiosa. El día 26, el obispo diocesano, Eustaquio Nieto Martín, un anciano de setenta años, como cuenta el propio Mera en su Diario, es conducido a la Puerta de Guadalajara, donde se le instruye un “juicio popular” que termina devolviéndolo a su residencia. En madrugada del día siguiente un grupo de milicianos entra de nuevo en el palacio, detiene al obispo y, con supuestas órdenes de trasladarlo a Madrid, le sacan de Sigüenza en un automóvil por la carretera de Alcolea del Pinar. A 4 kilómetros, los milicianos detienen el auto y fusilan al obispo, rociando su cuerpo con gasolina y prendiéndole fuego, arrojándolo después a un barranco. Sus restos fueron recogidos, una semana después, por la 5ª Compañía del Tercio de Requetés “María de las Nieves”. También sería asesinados el presidente de Acción Católica, José María Martínez, y el deán de la Catedral, Anastasio de Simón, entre otros.
El frente se presenta inestable. Son muchos kilómetros y pocos hombres para cubrirlos por parte de los dos bandos, lo que hace que muchos pueblos, situados en tierra de nadie, cambien de mano una y otra vez. Solo se vigilan los puntos importantes. La carretera general es custodiada por un centenar de hombres con escasa organización. En los montes del alto Tajo, milicianos organizados en guerrillas vigilan los pueblos ocupados por el enemigo.
Con Sigüenza tomada por los milicianos, se intenta tomar Atienza para cortar una posible ruta de avance nacional desde Soria.
El día 28 de julio un vehículo con varios milicianos avanza desde Sigüenza entrando en Atienza, donde son detenidos por la guardia civil y un pequeño grupo de falangistas. El grueso de las tropas de Héctor Vázquez se encuentra recorriendo la zona de Hiendelaencina.
En la mañana del 29 una columna de unos 600 milicianos parte de Siguenza y llegan hasta la entrada de Atienza, siendo su avance detenido cerca del Arco de la Guerra por los pocos falangistas que permanecen en la población, hasta que al mediodía el grueso de las tropas de Héctor Vázquez regresa a la localidad haciendo que los milicianos se retiren.
El día 30 una escuadrilla de aviones republicanos sobrevuela Atienza arrojando octavillas. Los movimientos republicanos hacia Atienza son evidentes, por lo que el día 31 llegan algunos requetés al mando del capitán Nogueras, así como unos cuantos hombres procedentes del Regimiento Gerona, al mando del teniente De Luis, previstos de ametralladoras y armamento pesado.
El día 3 de agosto, la columna nacional toma Alcolea del Pinar, donde el comandante Palacios ordena, como primera medida, emplazar dos piezas de artillería en el importante cruce de la carretera general con la que va a Sigüenza. Ese mismo día por la tarde las fuerzas republicanas inician un fallido contraataque para recuperar la plaza, con la ayuda de la aviación republicana, que bombardea Atienza y Medinaceli.
Las fuerzas republicanas de Sigüenza organizan su defensa distribuyéndose en sus alrededores: las milicias de Sigüenza ocupan el cerro Valdecán (próximo a la carretera de Atienza), las de la JSU cubren el cerro de Santa Librada, las milicias ferroviarias cubren el cerro El Mirón (considerada la zona más factible para que el enemigo intentara la penetración), el batallón Pasionaria ocupa el cerro La Quebrada y por último las fuerzas del POUM defenderán el cerro de El Otero.
El ejército nacional se ha fortificado en Atienza y Alcolea del Pinar, ocupando posiciones de fácil defensa y manteniéndose a la expectativa.
Al amanecer del día 4 un avión republicano sobrevuela Atienza para inspeccionar las tropas allí emplazadas. Es el preludio a un nuevo ataque sobre la villa. Las tropas republicanas inician un bombardeo desde la carretera de Sigüenza, que dura hasta mediodía, tras el cual los milicianos se lanzan hacia la población siendo rechazados por las ametralladores situadas en la iglesia de la Trinidad y sobre el altillo de la Capucha. Las avanzadillas republicanas consiguen llegar hasta cerca de la ermita del Humilladero, donde resisten toda la tarde, hasta que interviene la aviación nacional que bombardea sus posiciones haciéndoles retirarse.
El día 5 las fuerzas sublevadas inician un reconocimiento en la zona de Sauca y Estriégana, llegando hasta Barbatona, a tan solo 5 kilómetros de Sigüenza. Sucesivamente van llegando nuevos refuerzos hasta alcanzar la cifra de 1.200 hombres, entre ellos una sección de artillería de 75, que emplaza sus piezas en Alcolea.
El 6 por la tarde llega el último refuerzo constituido por la compañía de falangistas de Calatayud y una sección de ametralladoras del Bailén. Todo está listo para iniciar la ofensiva, que será realizada por las compañías 1ª y 4ª del 1º batallón del Gerona, voluntarios de Calatayud mandados por el capitán Sánchez, una compañía de requetés de Zaragoza al mando del capitán Villarroya, otra del Bailén con el capitán Villa, dos secciones de ametralladoras (una de cada regimiento) y una sección de Zapadores. El fuego de la artillería estaría a cargo de las piezas de dos secciones, una de 75 y otra de 105.
Al amanecer del día 7, tras una corta preparación artillera, se inicia el avance del primer escalón, en un principio sin resistencia republicana, hasta que un pastor avisa a las patrullas milicianas de la presencia de las tropas nacionales en las cercanías de Sigüenza.
La 1ª compañía de fusiles del Bailén, al mando del capitán Villa, inicia el avance hacia el Castillo, mientras que otra columna, con los 100 voluntarios de Calatayud al mando del capitán Sánchez, hace lo mismo por la parte baja de la ciudad dirigiéndose hacia la estación del ferrocarril. Ambas columnas reciben un intenso fuego que les impide el avance y les produce un gran número de bajas entre ellas la del capitán Villa, quedando retenidas en su marcha por falta de apoyo. El segundo escalón, formado por una compañía de requetés de Zaragoza al mando del capitán de Infantería Enrique Villarroya Jiménez, que estaba encargado de ocupar el Seminario, está muy retrasado, lo que permite la llegada de refuerzos al enemigo. Desde Guadalajara llegan por ferrocarril unos 200 guardias de asalto, y desde el cercano pueblo de Palazuelos, en la carretera de Atienza, llegan grupos de milicianos que fijan la línea, pese al avance de la compañía del capitán Ruiz Soldado, que había quedado en retaguardia como apoyo.
A las 2 de la tarde las fuerzas atacantes tienen que replegarse precipitadamente en dirección a Alcolea del Pinar, donde llegan a las 6 y media. La artillería del 75 también tiene que retirarse. El número de bajas sufridas ha sido elevado, unos 60 hombres, y las pérdidas materiales y de armamento también es considerable. Como consecuencia de este frustrado asalto se producen en Sigüenza graves incidentes anticlericales, con la profanación de varias iglesias.
Los efectivos sublevados todavía son muy reducidos, por lo que el mando nacional inicia un cambio de táctica intentando rodear la plaza poco a poco. Va concentrando sus elementos en Atienza y Alcolea, donde van llegando varios tabores de regulares, una bandera del Tercio, algún regimiento de línea, y centenares de requetés, con el apoyo de mucha artillería y cerca de treinta tanques. Inician así la presión por la carretera general y por la que baja desde Paredes a Sigüenza. El mando nacional reorganiza sus tropas en el sector formando dos agrupaciones, la oriental situada en Alcolea, al mando del comandante Dionisio Pareja Arenilla y que cuenta con 563 hombres y una batería, y la occidental, situada en Atienza, comandada por el teniente coronel Ricardo Marzo, con 591 hombres y dos piezas de 105. También dejan una pequeña reserva de 396 hombres en Barahona, 112 hombres en Medinaceli, 160 en Torralba y 136 en Barcones, con los que poder reforzar el resto de unidades.
El jueves día 13 de agosto los primeros aviones de la Legión Cóndor se estacionan en el cercano aeródromo de Baraona, en la provincia de Soria, a menos de 40 km. de Sigüenza.
El día 16 el coronel Jiménez Orge dirige en persona un nuevo ataque a la localidad de Atienza con una columna compuesta de una parte de los milicianos establecidos en Sigüenza, unos 400 milicianos del POUM procedentes de Guadalajara, una compañía de 150 guardias de asalto, varios vehículos blindados y algunas piezas del 75 traídas de Guadalajara. Después de una preparación artillera que se inicia a las 6 de la mañana, el avance republicano queda detenido cerca del castillo sin poder avanzar. Los defensores contraatacan con dos compañías del Gerona procedentes de Medinaceli, con el apoyo de 5 cañones y tres aviones. Las tropas de Jiménez Orge tienen que retirarse a las 5 de la tarde, volviendo los guardias de Asalto a Guadalajara y quedándose en Sigüenza parte de los milicianos del POUM. Esta reiteración republicana en atacar Atienza una y otra vez carecía de todo sentido estratégico, pues lo lógico hubiese sido la reconquista de Alcolea del Pinar, abriendo así el camino hacia Zaragoza.
26 de agosto el teniente coronel Marzo toma el mando de la totalidad de las tropas nacionales en el sector e inicia las operaciones para envolver Sigüenza ordenando el avance de la agrupación occidental. Al día siguiente, las tropas de Marzo atacan la zona de Riba de Santiuste / Imón, forzando a las tropas republicanas a retroceder ante el ataque de una unidad de requetés y una compañía del Gerona desde la carretera de Sienes.
día 28 de agosto tropas de la CNT-FAI, usando camiones protegidos con chapas de hierro, intentan recuperar Imón. Tras fuertes combates, que duran desde las 3 de la tarde hasta que anochece, los milicianos consiguen tomar unas colinas cercanas, fundamentales para consolidar la posición, pero reciben orden de replegarse. Esta orden causa un gran descontento y desconfianza hacia sus mandos entre las tropas milicianas, pues suponía la renuncia a un terreno ganado a costa de muchas bajas.
El 1 de septiembre la agrupación oriental, que avanza entre los ríos Henares y Dulce, conquista Horna, llegando con relativa facilidad el día 3 hasta Cubillas del Pinar, Guijosa y Barbatona. En Jodrá del Pinar recibe fuertes contraataques republicanos que bombardean también el pinar de Babatona, donde se encuentra una batería nacional del 75. Finalmente la agrupación oriental consigue cortar las comunicaciones de Sigüenza en las proximidades de Estriégana, llegando después a Pelegrina.
Los bombardeos de artillería sobre Sigüenza se inician el día 7 de septiembre, cuando la columna occidental sitúa una batería de 155mm sobre Mojares, al noroeste de Sigüenza. Estos bombardeos se repetirán casi a diario desde las 6 de la mañana.
El día 8, la 4ª compañía del Gerona, una sección de ametralladoras y fuerzas requetés ocupan Torresabiñán. El 9 caen Pozancos y Alcuneza, el 12 Carabias, el 17 Palazuelos, y a través del desfiladero del río Salado se dirigen hacia Huérmeces para hacer el cierre con la otra columna en la zona de Pelegrina.
La táctica de envolver Sigüenza va teniendo éxito, y el 23 de septiembre la ciudad se halla en una situación verdaderamente crítica. El líder cenetista Feliciano Benito reclama con insistencia materiales y hombres, pero en Madrid parece que no se le escucha. Mientras como consecuencia de los avances rebeldes, comienzan a llegar a la ciudad numerosos refugiados procedentes de los pueblos ocupados.
Las diferentes columnas divisionarias alcanzaban las siguientes líneas (imagen 3): el 3 de septiembre, la formada por Ríofrío-Bujalcayado-Mojares-Alcuneza, que seguía por Guijosa-Estriégana-Alcolea del Pinar, y para el 23 del mismo mes la de Angón-Huérmeces y Palazuelos, para seguir por Barbatona-Pelegrina y Torremocha.
El día 27, fuerzas nacionales al mando del capitán Salto ocupan los pueblos de Angón y El Atance.
Desde primeras horas de la mañana del día 29 de septiembre, una veintena de trimotores alemanes de la Legión Cóndor inician un duro bombardeo sobre Sigüenza. Las distintas oleadas van causando estragos en una ciudad que, sin un solo antiaéreo en sus proximidades, no tiene defensa posible. Los cazas de escolta descienden y ametrallan la población. El Hospital y Hospicio del obispado es destruido totalmente, muriendo todos los niños internos y las hermanas celadoras. El convento de las Ursulinas, usado como cuartel por las milicias de la CNT, el convento de los Franciscanos de la calle Mayor, ocupado por el batallón Pasionaria, y el Seminario, ocupado por los milicianos de la UGT, sufren importantes daños. En este bombardeo muere el jefe de las milicias del POUM, Santiago Martínez Vicente.
La situación es tan desesperada que se pide a Martínez de Aragón que de la orden de evacuar Sigüenza, pero en su lugar, éste propone encerrarse en la catedral y resistir en espera de refuerzos, al estilo de lo ocurrido en el Alcázar de Toledo.
Ese día llega a Palazuelos un batallón del América, con el comandante Alfonso Sotelo, que continua al día siguiente su avance hacia Sigüenza.
El 30 de septiembre tiene lugar otro importante avance rebelde para ocupar las alturas que rodean a Sigüenza, antes del asalto final. Mientras la artillería situada en Mojares abre fuego, se produce un avance de la infantería desde Alcuneza hacia el colegio de los Hermanos Maristas, para aprovechar como protección la alta valla que lo rodea. De esta manera se sitúan en la misma falda del cerro e inician el ataque desde el oeste del mismo. El cerro está defendido por unos 60 hombres del POUM con ametralladoras, que poco pueden hacer para resistir. Las defensas y parapetos construidos están orientados principalmente hacia el este, ya que siempre se había creído que el ataque a esta posición se realizaría desde Alcolea del Pinar.
Por el norte otra columna nacional ataca desde la zona del vértice Mojonazo y Valderramón y conquista primero la loma de El Mirón, extendiéndose hacia el otro extremo de la misma, y tomar el cerro del mismo nombre.
El ataque desde el este se produce desde la misma zona por donde se intentó tomar Sigüenza en el mes de agosto, avanzando entre los arroyos del Vado y de Valdemerina, llegando a la cota 1199.
El cerro de la Quebrada, al sur de Sigüenza, que fue fortificado por los mineros de Pozoblanco, es tomado por una compañía de falangistas con una pieza de artillería del 65, dominando así la carretera hacia Guadalajara.
Se inicia una desbandada de una parte de las tropas republicanas, si bien, al día siguiente una parte de ellos repara la vía férrea y ataca las posiciones nacionales, principalmente en la zona de la Quebrada, la cual queda aislada durante todo el día. Las tropas rebeldes, tras tomar Huércemes del Cerro, avanzan hacia Viana de Jadraque, Cutamilla y Moratilla de Henares, cerrando más el cerco sobre Sigüenza.
El día 1 de octubre, Sigüenza está sitiada casi por completo.
El día 2 llega el último tren a Sigüenza desde Guadalajara, con 40 cajas de munición, pero sin ningún refuerzo. Ese mismo día las tropas que habían tomado el cerro El Mirón inician el ataque a la estación de ferrocarril defendida por 150 miembros del POUM bajo el mando de Mika Etchebéhère, tomándola al caer la noche.
El 3 de octubre se crea orgánicamente la División Soria bajo el mando del general José Moscardó, cuya misión es atender el frente desde el puerto del Reventón, en Rascafría, hasta de Medinaceli. La división contaba con unos 11.600 hombres y se dividía en dos Columnas: la de Somosierra, al mando del coronel García Escámez, y la de Sigüenza, al mando del coronel Marzo, recientemente ascendido, que se componía de unos 3800 hombres y dos baterías. Formaban la columna del coronel Marzo el llamado Batallón Gallego, un Batallón del América, otro del Regimiento de Gerona, dos compañías de Bailén, una de Aragón, un número indeterminado de falangistas y requetés de Navarra, La Rioja y Soria, así como un escuadrón de guardias civiles, dos baterías y dos compañías de Ingenieros.
Los objetivos fijados por Mola son ocupar Sigüenza y avanzar hasta situarse en la línea Jadraque-Almadrones, extendiendo su frente, si las circunstancias lo permiten, hasta Cogolludo.
En el interior de la ciudad, las tropas republicanas comienzan los trabajos para encerrarse en la catedral. Allí acumulan víveres, ropa, algunas cajas de dinamita, coches, autocares y camiones con los tanques llenos de gasolina (que más tarde tendrán que volcar en los sepulcros ante el peligro de que se incendien) y otros pertrechos, incluidos alrededor de cincuenta mulos militares que arrastraban armones que serían utilizados como parapetos. El aljibe de la catedral les abastecería de agua durante algún tiempo. Pero lo más preocupante es la escasez de munición y la ausencia casi total de material médico. Se construyen parapetos y se organiza la intendencia en el interior de la Catedral. En la torre de la izquierda sitúan dos ametralladoras, que serán las que lleven el peso del fuego desde la catedral.
En un informe del día 5, Jiménez Orge señala que la situación es insostenible y que, de no facilitársele refuerzos, se debería abandonar la ciudad, ya rodeada por completo. Su propuesta consistía en:
Abandonar Sigüenza
Retirarse a la línea definida por Congostrina-Pálmaces de Jadraque-Negredo-Huérmeces-Baides
Volar los puentes
Organizar una línea principal de resistencia cerca de Jadraque (Cogolludo-Jadraque-Bujaralo-Matillas-Castejón de Henares-Miralbueno-Carrascosa-Navalpotro)
Situar otra a retaguardia cerca de Torija.
El repliegue sería aprobado por el general José Asensio Torrado, con las siguientes variantes:
Una primera línea quedaría establecida en Congostina-Picazo-Pálmaces de Jadraque-Negredo Baides-colina sur del f.c.
La Cabrera -sur de Torremocha del Campo- vértice al norte de Navalpotro
Una segunda línea en la línea principal de resistencia de la propues¬ta por Jiménez Orge
Una tercera línea, que cubriría Guadalajara, definida por Cifuentes-Brihuega-Torija-Taracena, todas sin idea de repliegue.
Ese día, por la tarde, Martínez de Aragón marcha a Guadalajara, quedando al mando de la plaza el anarquista Feliciano Benito.
Las tropas republicanas reaccionan a la ofensiva, intentado recuperar Barbatona. Llegan a adentrarse un kilómetro en el pinar, pero no consiguen continuar el avance. El tiempo se vuelve inclemente y con lluvias.
El día 7 una columna de requetés avanza por el oeste desde Huérmeces y toma los cerros entre la carretera de Atienza y Moratilla que controlan la vía del ferrocarril. Antes han tomado el relevo de las tropas de La Quebrada, donde asientan una pieza de artillería. El cerco a Sigüenza está casi completo, pero aún queda una pequeña zona despejada entre la carretera a Madrid y Pelegrina, y la cuenca del río Dulce, que no llegará a ocuparse y que será la vía de escape para algunos milicianos y civiles.
El 8 de octubre, se inicia una preparación artillera y un bombardeo aéreo que dura 5 horas. La primera fuerza en entrar en Sigüenza es la 1ª compañía de falangistas procedentes de Pamplona, al mando del capitán de Infantería Antonio Nombela Tomasich, que ataca a las 10 de la mañana dirigiéndose desde las Escuelas del Prado al Asilo de las Hermanitas y el Palacio Episcopal. A las 12:15 de la mañana el grueso de las tropas nacionales entran en Sigüenza desde diferentes posiciones sin encontrar apenas resistencia. Al anochecer, toda la ciudad, salvo la catedral, está tomada. Los escasos grupos que intentan resistir son reducidos rápidamente, como ocurre en la Fábrica de Alfombras. Las bajas nacionales han sido escasas, en contraste con las del bando republicano.
En la catedral se han encerrado unas 1000 personas (las cifras varían según las fuentes), milicianos y civiles, entre los que hay un grupo de mujeres muy numeroso. Las fuerzas combatientes son unos 450 milicianos, principalmente anarquistas, de los cuales 90 están heridos o enfermos, que son atendidos por un enfermero que carece de todo equipo médico.
Los sitiados son conminados a rendirse y ante su negativa, los asaltantes ocupan las casas más cercanas e instalan una pieza de artillería del 75 en la Alameda, mandada por el capitán Díaz Muntadas, trasladándola más tarde al interior de una vivienda en la calle Medina, frente a la Catedral. La artillería rebelde cañonea la catedral, produciendo grandes destrozos en su techumbre, torre derecha y cúpula.
Durante la madrugada del día 10 logran huir de la catedral unos 150 hombres, entre los que está Feliciano Benito, quedando los sitiados sin su jefe principal. Tropas republicanas intentan restablecer la línea en Barbatona, siendo rechazadas por las tropas rebeldes que habían quedado en Alcolea como reserva.
A media tarde del día 11 cesan los bombardeos sobre la catedral. La puerta principal ha quedado destrozada, construyendo los encerrados un parapeto con las losas y piedras caídas. También comienzan las negociaciones para la rendición de los sitiados. Un nuevo intento de fuga se produce en esa noche pero fracasa.
En la mañana del 12 las tropas nacionales envían a un miliciano de la UGT, que había huido de la catedral siendo capturado en la Alameda, para hacer llegar a los sitiados una nueva propuesta de rendición, estableciéndose un alto el fuego mientras se estudia la propuesta. A las 11 de la noche se produce un tiroteo dentro de la catedral entre partidarios de la rendición y otros que propugnaban por seguir en el encierro. El resultado es de 7 muertos. Aprovechando el alto el fuego se producen dos intentos mas de fuga, pero son descubiertos y frustrados.
A las 11 de la mañana del día 13, una vez terminada la tregua, comienza de nuevo un intenso ataque artillero y con morteros, que dura 6 horas, dirigido especialmente sobre el parapeto de la entrada principal. Durante la noche se produce una nueva fuga a través de las alcantarillas y el cementerio de los Canónigos llegando una parte de los fugados, entre los que está Mika Etchebéhère, al pinar situado al este de Sigüenza. El número de bajas llega ya a los 300, entre los fallecidos en el interior de la catedral y en los intentos de fuga frustrados.
A primera hora del día 14 se reinician los bombardeos sobre la catedral a cargo de varias piezas del 155 desde distintos puntos, dirigidos sobre las torres primero, y luego contra el ábside. Esa tarde los sitiados resisten otro ataque de las tropas nacionales desde la calle Medina para entrar por la puerta de Graneros.
El día 15 un grupo de dinamiteros consigue escapar abriéndose paso con cartuchos de dinamita. El agua del aljibe se termina y la catedral está en ruinas: parte de la nave central y el crucero están derruidas, así como varias zonas próximas al claustro, las letrinas y el cementerio de los canónigos, además de la torre derecha, en la que parte de las almenas amenazan con venirse abajo. A 17:30 los sitiados se rinden sin condiciones y abandonan la catedral por la puerta de la calle Medina, dirigiéndose hacia la Alameda.
Pero ya es demasiado tarde. Sigüenza se ha rendido.
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