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Golpe de estado en Barcelona [18 al 20 Julio 1936]
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Golpe de estado en Barcelona [18 al 20 Julio 1936]
Tras la rebelión militar que dio origen a la Guerra Civil Española, el gobierno de la Segunda República Española presidido por Santiago Casares Quiroga buscó asegurarse la lealtad de las guarniciones militares en la Península Ibérica, tras confirmar que en la tarde del 17 de julio ya se habían sublevado las tropas acantonadas en el Marruecos Español y en la provincia de Navarra. Las demás guarniciones de España aún no mostraban signos de abierta rebelión al amanecer del 18 de julio pero se temía que en cualquier momento estallaran revualtas similares.
Barcelona, capital de la región catalana, había sido un tradicional bastión del republicanismo español desde el siglo XIX y la ciudad aceptó rápidamente la proclamación de la República tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 ganadas por la Esquerra Republicana de Catalunya. Ello motivó que el nacionalismo catalán se manifestase prontamente como una fuerza política considerable, creándose la Generalidad de Cataluña el 21 de abril de 1931 para satisfacer las demandas de los nacionalistas catalanes, lo cual introducía un nuevo elemento adicional a las pugnas de izquierdas y derechas durante el periodo republicano. Durante la Revolución de Asturias de 1934, los nacionalistas catalanes más apegados a la izquierda política, dirigidos por Lluís Companys, trataron de proclamar un «Estado catalán dentro de la República Federal Española» el día 6 de octubre, pero la revuelta careció de apoyo armado y Companys capituló con sus seguidores al día siguiente. La rivalidad política entre las fuerzas de izquierda y derecha en Cataluña se vio complicada por el nacionalismo catalán como tercer factor; entre los líderes nacionalistas catalanes habían ciertamente una mayor identificación con la izquierda española que apoyaba las reivindicaciones autonomistas (sin llegar al separatismo) pero muchos militantes nacionalistas aún rechazaban el izquierdismo de sus líderes y se mostraban mucho más conservadores en cuestiones políticas.
Lluís Companys
En ese contexto, Barcelona era la segunda ciudad más poblada de España, su principal puerto comercial en el Mediterráneo, una fuerte plaza comercial y bancaria, y poseía mayores núcleos industriales que la propia Madrid, por lo cual dentro de la urbe barcelonesa convivían tanto los mayores sindicatos de España como las principales firmas comerciales de la gran burguesía española.
En Barcelona los oficiales afectos al alzamiento habían logrado reunir una gran fuerza, obteniendo la adhesión de gran número de militares, así como de voluntarios derechistas y de la Falange, aunque los sublevados no habían asegurado apoyo alguno de la Guardia de Asalto ni de la Guardia Civil. Durante la tarde del 18 de julio los jefes de la Generalidad catalana, liderados por Companys, habían negado el pedido de la CNT y la UGT de "entrega de armas al pueblo" es decir, dar fusiles y munición a dichos sindicatos, por el temor a un estallido de violencia y para evitar la preponderancia de estas organizaciones, muy izquierdistas y que no siempre obedecían los dictados del nacionalismo catalán.
El general en jefe de la 4ª División Orgánica, con base en la capital catalana, había advertido a sus oficiales de que, aunque personalmente apoyaba al partido Unión Republicana, si las circunstancias le obligaban a escoger entre dos movimientos extremistas, no vacilaría en apoyar al comunismo antes que al fascismo. Entre los que oyeron estas palabras estaba los dirigentes del golpe planeado para el día siguiente, incluido el general de caballería Fernández Burriel, que había de tomar el mando de la rebelión en Barcelona hasta que llegara el general Goded. Su plan era que los 5000 soldados, aproximadamente, que había en los diferentes cuarteles de la periferia de la ciudad convergieran sobre la Plaza de Cataluña. Suponían que, después de esto, sería fácil dominar la ciudad. Los rebeldes esperaban, a lo largo del día 18, la llegada por avión del general Manuel Goded desde Mallorca, quien debería liderar la sublevación en Barcelona en concordancia con los demás jefes facciosos. El prestigio de Goded, derechista convencido y enemigo de toda concesión a la izquierda, debería alinear a las tropas barcelonesas en un movimiento contra la República, y asegurar a los alzados la posesión de esta importante ciudad. No obstante, la espera de los rebeldes en Barcelona y las informaciones llegadas desde Marruecos y Sevilla a toda la Península hacían inviable contar con el factor sorpresa.
Manuel Goded
La impaciencia de la CNT crecía en tanto sus afiliados ya habían conocido a lo largo del día los sucesos golpistas de Marruecos, Navarra, y sobre todo la sorpresiva revuelta militar en Sevilla; al no recibirse armas de la Generalidad de Cataluña, empezaron hacer acopio de sus arsenales secretos. Los socialistas de la UGT, por su parte, se adueñaban de la dinamita depositada en el puerto y al anochecer del 18 de julio preparaban bombas caseras con ella.
Durante la madrugada del día 19 siguió la actividad preparatoria de los sindicatos, que esperaban como inevitable un choque con militares alzados. Por su parte la CNT tomó por asalto varios depósitos de armas de la ciudad, incluido el viejo buque-prisión Uruguay, fondeado en el puerto; Bien pertrechada, convocó una huelga general para la mañana siguiente, y se preparó para la lucha. Pero incluso con esta situación de escalada, Llano de la Encomienda informo a Companys que todo estaba tranquilo en las guarniciones.
Fue un grave error del militar republicano el considerar por controlada la situación. Companys no compartía esta creencia y no logró conciliar el sueño, por lo que salió a pasear por las Ramblas, donde confirmó sus peores sospechas: A las cuatro de la mañana tuvo noticia de que tropas al mando del comandante López-Amor habían salido de los cuarteles de Pedrables, al oeste de la ciudad, y se dirigían hacia la Plaza de Cataluña.
Aún sin contar con la presencia del general Goded, los rebeldes de Barcelona dirigidos por el comandante López Amor salieron a las calles barcelonesas al amanecer del domingo 19 de julio de 1936 lanzándose primero el Regimiento de Infantería N° 13 a ocupar los puntos claves de la ciudad.
Comandante: López-Amor
Poco después se les unieron el Regimiento de Caballería de Montesa y el Regimiento de Dragones de Santiago, todos dirigidos por oficiales sublevados. Se les unió también una batería del 7° Regimiento Ligero de Artillería. Los soldados habían sido despertados muy temprano de los cuarteles y habían recibido una generosa ración de coñac. A unos se les dijo que tenían que ir a aplastar un levantamiento anarquista, y a otros que iban a desfilar por la ciudad en honor de la Olimpiada Popular que estaba teniendo lugar por esas fechas.
Para desconcertar a los republicanos, los soldados recibieron órdenes de sus oficiales de levantar el puño. Los Mozos de Escuadra, dirigidos por los coroneles Escofet y Pérez Farrás, se mantuvieron leales a la Generalidad como ya hubiesen hecho en 1934. Una columna de infantería, al mando de López-Amor, llegó hasta la Plaza de Cataluña y se hizo con el edificio de la Telefónica mediante una estratagema, pero no pudo hacer nada más.
Los oficiales que dirigían la rebelión fueron incapaces de ejecutar su plan cuando se encontraron con la fuerte resistencia de las fuerzas de seguridad y las milicias obreras. El aeródromo de El Prat se había mantenido fiel junto con la escuadrilla aérea destinada en el mismo al gobierno gracias a la decidida acción de su comandante, el Coronel Díaz Sandino. Fue un duro golpe para los militares sublevados pero siguieron adelante con sus planes.
T.Col: Diaz Sandino
Para esas horas, grupos de Guardias de asalto y de milicianos de la CNT ya esperaban la rebelión y se les habían unido militantes del POUM y del PSUC. Ante ello, las tropas sublevadas afrontaron desde el primer momento feroces combates callejeros, y pudieron tomar algunos puntos estratégicos de la ciudad el Castillo de Montjuic, el Edificio de Telefónica y la Plaza de Cataluña, el Hotel Ritz, la Plaza de España, el Hotel Colón y el Cuartel de Atarazanas sólo tras sufir graves bajas.9 Sin embargo, estos no constituían más que una serie de puntos aislados entre ellos, puesto que se encontraban bloqueados por barricadas y situados demasiados lejos los unos de los otros como para poder ayudarse entre sí.
Los refuerzos de los regimientos de artillería enviados para reforzar a las tropas de López-Amor no pudieron montar sus piezas de artillería y la lucha continuó a lo largo del día. La plaza de Cataluña quedó cubierta de caballos y hombres muertos.
Hacia el mediodía, los militares rebeldes habían perdido el control de algunos de los edificios que habían conquistado y su dominio se extendía apenas ya a un par de edificios. A estas alturas la lucha parecía estancada, siendo inviable para Goded y sus hombres vencer a las milicias obreras y dominar la ciudad. A las dos de la tarde, cuando parecía obvio que los rebeldes no podrían vencer, la Guardia Civil se puso del lado de la Generalidad y se lanzó a la calles para socorrer a las milicias, rompiendo el equlibrio en contra de los sublevados.
Poco después los hoteles Ritz y Colón, así como el edificio de Telefónica, fueron tomados por las milicias. Sitiadas la Capitanía General y los edificios tomados por los rebeldes, los guardias de asalto y las milicias detuvieron al Regimiento de Artillería de Montaña N° 1, acuartelado en los docks del puerto pero que acudía a socorrer a los rebeldes del centro de la ciudad, y convencieron a los soldados de una batería del Regimiento para que abandonaran a sus oficiales, indicándoles qe éstos les habían engañado sobre sus reales motivaciones. Tras ello, los milicianos contaron con el apoyo de piezas de artillería y la adhesión de reclutas y soldados de las unidades sublevadas.
A las once de la mañana el general Manuel Goded llegó al puerto de Barcelona en su hidroavión procedente de Palma de Mallorca, donde se había hecho con el control de la isla sin apenas disparar un solo tiro. Fue a recibirle el Coronel Jacobo Roldán, quién le dijo que los soldados estaban luchando bien, pero sólo Dios sabe lo que ocurrirá cuando se enteren de que nos estamos alzando contra la República.
Rápidamente se dirigió al viejo edificio de la Capitanía General, donde arrestó y depuso al general Francisco Llano de la Encomienda, jefe de la 4ª División Orgánica, que aún seguía fiel a la República. Pero no consiguió inculcar suficiente valor a sus hombres ni convencer a la Guardia Civil para que se rebelara: el general Aranguren, jefe de la Guardia Civil, continuó afirmando que él sólo obedecería las órdenes de la Generalidad de Cataluña, mientras el Coronel Antonio Escobar también de la Benemérita se puso a disposición del gobierno catalán.
La situación de Goded no mejoró y al atardecer fue asaltado el edificio de la Capitanía General, el cual Goded había convertido en su cuartel general y fue tomado después de unos cuantos cañonazos; El puerto y sus instalaciones estaban situadas junto a la Capitanía y también cayeron. Goded que se salvó de las iras populares gracias a una famosa comunista de Barcelona, Caridad del Río, madre de Ramón Mercader fue capturado y se le hizo radiar un llamamiento a sus seguidores en el que, en un tono digno aunque derrotado, les pedía que depusieran las armas, al igual que había hecho Companys durante los sucesos de 1934:
La suerte me ha sido adversa y he caído prisionero; sí queréis evitar que continúe el derramamiento de sangre, quedáis desligados del compromiso que teníais conmigo.
Caridad del Río
Goded habló así para impedir que sus seguidores de Mallorca enviaran la ayuda que sabía que le enviarían. La voz del general se oyó en toda España y dio ánimos a los republicanos. En las primeras horas de la noche, en Barcelona solo resistían el cuartel de Atarazanas, cerca del puerto, y el cuartel de San Andrés con su importante arsenal militar, a unos kilómetros del centro de la ciudad.
El 20 de julio seguían los combates en algunos puntos, aunque los sublevados tenían la batalla irremisiblemente perdida. Al atardercer de ese día, el alzamiento ya había sido plenamente dominado. El Cuartel de San Andrés, el principal arsenal de Barcelona y sede del 7° Regimiento Ligero de Artillería, se rindió a los anarquistas durante la noche y dejó en sus manos unos 30.000 fusiles. Luego también se rindió el Cuartel de las Atarazanas, después de una prolongada batalla. Durante los combates hubo dos muertes señaladas: el líder anarquista Francisco Ascaso murió en una temeraria carga durante el asalto final, mientras que el hermano del General Mola, el capitán Ramón Mola, se había suicidado la noche anterior. La muerte de Ascaso fue un duro golpe para la moral del movimiento anarquista, que estaba eufórico por su victoria. Así acabó la rebelión militar en Barcelona.
Consecuencias
Tras el fallido alzamiento en Barcelona, la ciudad quedó prácticamente en manos de las milicias obreras, que habían obtenido el armamento de los arsenales militares y disponían de una fuerza de hombres armados muy superior a las fuerzas de seguridad con las que podría contar el Gobierno Central y la Generalidad. Así pues, aunque las fuerzas leales habían logrado derrotar a los sublevados, la realidad era que el movimiento obrero se había hecho con el control de la ciudad y había suplantado la autoridad y poderes del estado.
Companys podría haber empleado a los Cuerpos de seguridad para obligar a los obreros a devolver los fusiles y municiones que habían requisado, pero se encontraba en un terreno peligroso y prefirió ofrecerles a los anarquistas la posibilidad de tomar el poder o colaborar con el estado. Los líderes anarquistas, a pesar de la experiencia histórica del movimiento liberario, optaron por la segunda opción, aunque el estado pintaría bien poco como se demostraría en los siguientes meses.
De aquí saldría la creación del Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña el 21 de julio, el verdadero gobierno en Barcelona durante muchos meses y el comienzo de lo que se ha conocido como la Revolución Española.
La situación no estaría, ni mucho menos, consolidada y un largo número de conflictos y enfrentamientos tendrían lugar en la ciudad durante los siguientes meses, en una escalada que terminaría desembocando en los Sucesos de Barcelona de mayo de 1937. Por su parte, los generales Goded y Fernández Burriel fueron sometidos a consejo de guerra por traición y murieron fusilados en agosto de 1936.
La sólida implantación del control del bando republicano sobre Barcelona permitió que sus agencias de contraespionaje redujeran notablemente las actividades de la quinta columna afecta al bando sublevado, así como descubir y arrestar a casi todos los líderes de Falange Española que habían sobrevivido a la fallida sublevación.
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