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Batalla Aerea [3]: En el cielo de Berlín
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Batalla Aerea [3]: En el cielo de Berlín
En el cielo de Berlín
En primavera, nuestro regimiento se trasladó a un aeródromo de campo, construido en la orilla del río Oder. Por fin estábamos en territorio alemán. ¡Llegó el momento de luchar en su propio territorio! Nuestro aeródromo se encontraba tan cerca de la primera línea del frente que los alemanes a menudo lo atacaban con su artillería. Justo al despegar ya se podía distinguir el campo de batalla. Ubicar los aeródromos cerca de la línea del frente para nosotros ya no era una excepción sino una norma. En la mayoría de las operaciones ofensivas, llevadas a cabo por el Ejercito Rojo nosotros, los pilotos de caza, íbamos literalmente siguiendo los pasos de nuestras tropas terrestres. Aterrizábamos justo allí por donde acababan de pasar nuestras unidades acorazadas. En el aire actuábamos exclusivamente sobre el territorio enemigo. La aviacion soviética era dueña absoluta del espacio aéreo.
En relación a este hecho, aquí, estando a varias decenas de kilómetros de Berlín, recuerdo una historia que pasó con uno de los pilotos de nuestro escuadrón. El caso ocurrió en Ucrania. En aquel entonces, las fuerzas aéreas alemanas aun representaban una fuerza bastante importante. En aquella ocasión yo envié en misión de defensa de tropas terrestres a 6 “Lavochkin”. Al principio todo iba bien. Nuestros cazas llegaron al sector preestablecido y comenzaron a patrullar la zona. [30] Al cabo de cierto tiempo el radiotransmisor de guiado del control de tierra comunicó al comandante del grupo de cazas, que al sector se estaba dirigiéndose un grupo de aviones alemanes.
Tras recibir la señal, los “Lavochkin” sobrevolaron la línea del frente, se acercaron a los alemanes e interpretaron algo parecido a un combate aéreo. La patrulla en cuestión realizó un ataque, efectuando varios virajes. Luego, los operarios del puesto de guiado aéreo vieron cómo ambos grupos de aviones, los alemanes y los nuestros, se separaron cada uno por su lado. Los alemanes, seguramente, estaban contentos de haber sobrevivido a pesar de que su bombardeo fue frustrado; los nuestros estaban satisfechos por bloquear y no dejar pasar al enemigo hacia nuestras posiciones. Cuando los “Lavochkin” regresaron al aeródromo, llamé al comandante de la patrulla.
¿Por qué dejaron escapar a los “Junkers”? ¿Es así cómo deben actuar los auténticos pilotos de caza?
El comandante de la patrulla quedó sorprendido, y me contestó:
¿Para que montar la pelea? Ellos se encontraban sobre su territorio y cuando nos vieron, dieron la vuelta.
He de decir que en aquel periodo de la guerra estos ingenuos razonamientos eran expuestos por algunos de nuestros pilotos. Aquel combate aéreo no se produjo, y no fue por la cobardía de nuestros pilotos: la patrulla estaba formada por pilotos experimentados, dos de los cuales habían llegado a realizar un taran. La causa tenía otro origen: en aquel entonces, aunque nuestras tropas ya estaban avanzando, algunos de nuestros pilotos aun, no pensaban como lo piensan ahora, en esta última fase de la guerra.
Había pilotos que comprendían su misión de forma delimitada, formal. Ellos razonaban más o menos de la siguiente manera: “el caza se ha de mantener cerca de la línea del frente para prestar apoyo a las tropas terrestres, y para garantizar que ni una sola bomba alemana caiga sobre sus posiciones”. Desde el punto de vista formal, quizás, esto seria lo correcto. Pero en esencia, esta forma de actuar se convertía en una defensa pasiva, no era una táctica ofensiva u activa. Los cazas que defienden el espacio aéreo sobre sus tropas terrestres deben hacer el máximo esfuerzo para buscar al enemigo, para buscarlo por todas partes, esté donde esté; buscarlo, encontrarlo, y eliminarlo de inmediato. Aquellos pilotos que eran partidarios de una patrulla pasiva, no siempre llegaban a cumplir las expectativas como pilotos de caza. Encontrando a los “Junkers” y los “Heinkel” sobre el campo de batalla, ellos los derribaban, pero no podían evitar el hecho de que en alguna ocasión parte de ellos lograran efectuar el bombardeo y causar ciertos daños a nuestras tropas terrestres.
Recordé este combate aéreo de aquél lejano periodo de la guerra para compararlo con nuestra última batalla aérea, llevada acabo en los cielos de Berlín. La diferencia entre ambas situaciones era abismal. En el mes de abril, el grupo central de nuestras tropas se estaba preparando para asestar el golpe definitivo a Berlín. Este ataque tenia que ser realizado en estrecha colaboración y coordinación con grandes agrupaciones aéreas, concentradas lo más cerca posible a la línea del frente.
Nuestro regimiento de caza, como decenas de otros regimientos vecinos, se encontraba en estado de máxima alerta. Nosotros [32] estábamos prácticamente en la zona de la línea del frente. Esto nos daba una serie de ventajas. Gracias a la reducción de trayecto, nosotros podíamos penetrar a mayor profundidad en el territorio enemigo y paralizar sus fuerzas en el propio lugar de su emplazamiento. Esto favorecía a nuestros Shturmovik y bombarderos. Gracias a la reducción de la carga de combustible, ellos podían incrementar de forma significativa su carga bélica y además, realizar una mayor cantidad de vuelos de combate. Así es como era la táctica de nuestros mandos, consistente en concentrar recursos en cercanías de la línea del frente. En todo momento se notaba una precisa organización y control, así como una alta moral ofensiva de nuestras tropas, en preludio de una gran ofensiva.
Éramos conscientes de que la última batalla aérea no iba a ser fácil. En un estrecho sector del frente, los alemanes concentraron contra nosotros aproximadamente 1.500 aviones de combate. Aquí se encontraban las mejores escuadras alemanas. Nosotros utilizábamos pistas de tierra, muchas de las cuales se encontraban en claros de bosques y tenían accesos muy incómodos. Por el contrario, los alemanes se alojaban en excelentes aeródromos de cemento, pertenecientes a las unidades de defensa antiaérea de la zona de Berlín. Dichos aeródromos estaban bien equipados con diversos medios, incluyendo radares. Además, disponían de algunas novedades: aviones con motores a reacción, misiles, aviones-bomba, etc.
La operación aérea comenzó con el ataque de los bombarderos nocturnos. Cuando anocheció, en el aire aparecieron centenares de “Polikárpov-2, “Ilyúshin-4” [33] y “Petlyakóv”. Ellos lanzaron todo su poder destructivo contra las fortificaciones y las tropas alemanas. Nadie de nuestro regimiento pudo dormir aquella noche. Desde nuestro aeródromo era perfectamente visible todo el panorama del bombardeo aéreo nocturno. En el cielo se movían centenares de rayos de reflectores antiaéreos. Bajo las nubes había miles de explosiones de proyectiles antiaéreos. Las ráfagas antiaéreas de diversos colores atravesaban el aire. Mientras tanto, nuestros aviones se acercaban al campo de batalla en secuencia, por oleadas, y lanzaban sus bombas sobre las posiciones enemigas. El ruido de los motores de los aviones soviéticos no cesó en toda la noche, la artillería antiaérea alemana no paraba de disparar. Toda la línea del frente estaba envuelta en una continua marea provocada por las bombas de gran calibre. Pero todo esto no era más que el comienzo.
Al amanecer fue enviada una nueva orden. Esta vez en el aire se levantaron centenares de “Ilyúshin”, “Túpolev”, “Petlyakóv”. Aparecieron grandes grupos de “Lávochkin” y “Yákovlev”. Luego nos enteramos de que aquel día los pilotos soviéticos realizaron más de 17.000 vuelos de combate. Desde el aire era difícil distinguir lo que estaba pasando en la tierra. Pero lo que estaba pasando en el aire, se grabó en nuestra memoria para siempre.
Mientras nuestros bombarderos de picado y los Shturmovik estaban destruyendo las líneas defensivas y ampliaban la brecha para posteriormente introducir en ella a las unidades acorazadas, sobre el campo de batalla, patrullaban nuestros cazas. Algunos grupos de [34] “Yákovlev” y “Lavochkin” escoltaban a los Shturmovik y a los bombarderos, otros patrullaban sobre el campo de batalla, otros patrullaban en zonas cercanas a la línea del frente para bloquear el acceso desde la dirección occidental. Y finalmente, numerosos grupos de reducido tamaño se dirigían hacia el oeste, hacia Berlín, a la zona donde se emplazaba la aviación enemiga. Eran los “cazadores”. Su misión consistía en paralizar las acciones de la aviacion enemiga directamente sobre el lugar de su emplazamiento.
Observando el trabajo de nuestros cazas, a nivel global se podía hacerse una idea sobre su táctica. Estando a gran profundidad, al otro lado de la línea del frente, actuaban los grupos de “cazadores”. Conociendo la posición de los aeródromos enemigos, ellos se dirigían hacia allí y permanecían “colgados” sobre ellos, eliminando a todos aquellos que intentaban despegar. Los “cazadores” actuaban prácticamente en todo el rango de altitudes, desde el “techo” hasta el suelo. Ellos no estaban esperando al enemigo, sino que se dedicaban a buscarlo de forma activa y lo eliminaban cuando lo encontraban. Dicha táctica no estaba basada en el principio de un “encuentro casual”, sino en una búsqueda activa.
Otro de los escenarios que formaban parte de la batalla aérea, eran los accesos cercanos al campo de batalla. Dicha zona como en el caso de la anterior se encontraba en el territorio enemigo, pero estaba a una profundidad de 10-15km de la línea del frente. Por consiguiente, aquellos aviones enemigos que por alguna causa no eran derribados por nuestros “cazadores”, acababan en manos de nuestros cazas que patrullaban en esa [35] zona. Y si el enemigo lograba sobrepasar esta segunda barrera, le estaban esperando las patrullas aéreas de defensa directa. Todo esto formaba parte de la formación de combate de nuestros cazas, escalonada de forma múltiple y que penetrada a gran profundidad en el territorio enemigo. Era una táctica altamente ofensiva, basada en una combinación múltiple de diversos elementos de lucha aérea.
Los mandos aéreos alemanes ya durante las primeras horas de la batalla comprendieron que con el escalonamiento múltiple de nuestros cazas no tendrían ninguna posibilidad de obtener éxito. Por tanto, ellos intentaron emplear una nueva táctica. Teniendo a su disposición una gran cantidad de caza-bombarderos tipo “Focke-Wulf-190”, los alemanes los utilizaban a bajas altitudes.
Tras salir con mi grupo a la zona de los combates, nos encontramos enseguida con uno de estos grupos. Los “Focke-Wulf” iban a una altitud inferior a 500m. A decir la verdad, este hecho al principio me sorprendió bastante. ¿Qué debe hacer nuestra patrulla aérea en esta situación? No tenia tiempo para pensar, la distancia entre nuestros grupos se acortaba progresivamente. En el primer instante pensé atacar desde arriba. Pero atacar de esta forma no era beneficioso para nosotros, dado que nos dejaba la posibilidad de realizar un único ataque. Además, hay que tener en cuenta que este ataque no daba muchas posibilidades de lograr el éxito, porque al atacar a baja altitud había que tener en cuenta la altitud de salida del picado, lo que implicaría abrir fuego a una gran distancia. Por tanto, rechacé este primer plan. Luego se me ocurrió realizar ataques por los flancos [36], entrando a la misma altitud a la que iban los alemanes. Sin perder más tiempo, decidí entrar en acción, empleando este ultimo modelo de ataque.
En aquel momento la situación era la siguiente: los aviones alemanes comenzaron a alargar la formación para formar el círculo de combate. Los cazas de escolta que les cubrían, seguían permaneciendo en el exterior del círculo. Nuestra patrulla alcanzó una gran velocidad. Esta velocidad tenía que ser aprovechada para lograr una ventaja desde el principio. Di la orden a mis puntos para comenzar el ataque y puse la palanca de gases a tope, lanzando mi avión contra los “Focke-Wulf”. Apunté rápidamente. ¡Fuego! El “Focke-Wulf” quedó envuelto en llamas, dio una voltereta y se estrelló contra el suelo. Mi “Lavochkin” atravesó la formación alemana tan de repente que ellos no tuvieron tiempo de reaccionar. Me separé de ellos, seleccione a otro de los “Focke-Wulf” que estaba en el flanco y volví a repetir el ataque. El resultado fue el mismo que antes. El alemán se incendió y cayó al suelo. En aquel instante uno de mis puntos derribó un tercer avión enemigo.
Los dos ataques-relámpago dejaron perplejo al enemigo. Los alemanes rompieron su formación y se separaron. Nosotros comenzamos a seguirles. Seguidamente alcancé a otro “Focke-Wulf”. El alemán iba a la misma altitud que yo. Al darse cuenta de que le estaba persiguiendo, el alemán inclinó el morro de su avión para pasar a vuelo rasante, descubriendo de este modo su panza. Incrementé las revoluciones del motor, acorté la distancia que nos separaba y fijando el punto de deflexión un poco [37] por delante, apreté el gatillo general. El “Focke-Wulf” sin salir del picado se estrelló contra el suelo.
Reuní mi grupo y volví a cruzar la línea del frente. En el aire se estaban librando grandes combates. Todos estos combates transcurrían a altitudes que no superaban 300-600m. Pero la apuesta alemana por las bajas altitudes fue un fracaso. Aquel día, en Berlín, solamente los pilotos de nuestra agrupación aérea derribamos 139 aviones enemigos.
Al día siguiente, el mando alemán envió de nuevo al combate a los grupos de “Focke-Wulf-190”. Esta vez ellos iban en formación escalonada. Nosotros trasladamos el centro de nuestras acciones hacia los accesos del campo de batalla, en la banda delimitada por la línea del frente y las bases aéreas alemanas. ¿En que consistía la ventaja de esta táctica? Los combates sobre el lugar de emplazamiento de las tropas enemigas nos permitían eliminar por sorpresa a los aviones alemanes y a la vez reducir nuestras bajas. En aquellos casos cuando nuestros cazas derribaban pocos aviones, igualmente había efecto positivo: los grupos de bombarderos alemanes se dispersaban y ya no podían continuar con el vuelo de forma organizada. Estos ataques les hundían la moral hasta tal punto que ya no podían realizar ataques a los objetivos terrestres.
Los grupos de nuestros “cazadores” jugaron un importante papel en la batalla aérea de Berlín. Yo también tuve la ocasión en participar en misiones de “caza libre” [38]. Prácticamente ninguno de estos vuelos se producía en vano. El factor sorpresa garantizaba el éxito en nuestros ataques. Precisamente en las misiones de “caza libre” en los cielos de Berlín obtuve mi 62º derribo aéreo. Como ejemplo, voy a exponer el siguiente episodio: la misión de “caza libre” realizada junto con el piloto Titarénko.
Nuestra pareja de “Lavochkin” cruzó la línea del frente a una gran altitud. Nos dirigíamos a la parte sureste de las afueras de Berlín, al sector donde se encontraba una de las bases aéreas alemanas. Para no revelar nuestra presencia antes de lo necesario, nos pusimos de acuerdo por radio de no acercarnos demasiado al aeródromo enemigo. Nos quedamos a la espera en una zona elegida cerca de la base, y desde la cual eran perfectamente visibles los aviones alemanes que estaban en la pista preparados para despegar. Nos ocultábamos en las nubes, y seguimos patrullando. Finalmente los “Focke-Wulf” comenzaron a despegar. Se pusieron en formación y tomaron rumbo noroeste.
“Comenzamos primer ataque”, transmití a mi punto. Decidí atacar en esta zona basándome en el siguiente criterio: dado que los alemanes se encuentran cerca de su aeródromo, aun se sienten seguros y relajados; cerca de su base ellos son menos prudentes que en la zona de la línea del frente.
Al llegar el momento oportuno, entramos en picado. Nuestros “Lavochkin” a gran velocidad penetraron dentro de la formación alemana. Como resultado [39], en el primer picado derribamos a 2 de los “Focke-Wulf”. Al salir del ataque, manteníamos una gran velocidad. Decidí aprovechar la alta maniobrabilidad vertical de “Lavochkin” y realizar otro ataque seguido. En el caso de que algo nos saliera mal, yo y Titarénko nos separaríamos de los alemanes en cualquier momento. En unos segundos ya estábamos otra vez “colgados” sobre los alemanes. Titarénko dañó a uno de los “FW”. Yo también tuve suerte otra vez. Otro “Focke-Wulf” salió despedido en llamas del resto del grupo. No podíamos seguir continuando con el combate, dado que se nos estaba agotando el combustible. Cuando nos retiramos, vimos que los alemanes realizaron un extraño cambio de formación, luego tomaron rumbo a su territorio y se retiraron.
A mi juicio, la idea de un combate aéreo basado en buscar y eliminar al enemigo en las entradas a la línea del frente es la más acertada. Esta idea pone de manifiesto el espíritu combativo de los pilotos de caza soviéticos. Y precisamente gracias a ese espíritu, eran los pilotos soviéticos los que dominaban el cielo de Berlín en la última gran batalla aérea de la guerra.
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