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Batalla Aerea [1]: Sobre el Kursk
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Batalla Aerea [1]: Sobre el Kursk
Narración que hace el As soviético Ivan Nikitich Kozhedub sobre tres batallas aéreas en las cuales participó.
BATALLAS: [1] Sobre Kursk - [2] Tras el Dniester - [3] En el cielo de Berlín
Ivan Nikitich Kozhedub
Sobre el Kursk
Dos años han pasado desde el comienzo de la Guerra Patriótica. Por primera vez me tocó participar en una gran batalla aérea. Por aquel entonces yo era relativamente joven. Estuve en uno de los segmentos del frente, Belgorod-Kursk. Recuerdo un día, cuando nosotros, los jóvenes pilotos del regimiento aéreo de caza, estábamos acostados bajo el ala del “Lavochkin-5”. Teníamos en nuestras manos un mapa, en el cual estábamos realizando el seguimiento del desplazamiento de la línea de contacto, y hacíamos nuestras previsiones sobre la evolución de la situación en el frente. Cada uno de nosotros expresaba su opinión. Yo aun no tenía experiencia en estos asuntos, por lo cual permanecía callado y escuchaba lo que decían mis compañeros más experimentados. En aquellos días en el frente había una relativa calma. Pero este silencio era el preludio de una gran tormenta. Nosotros veíamos, cómo nuestros aeródromos de campo se estaban llenando día tras día por los nuevos escuadrones de Shturmovik, de bombarderos y de caza; a la zona cercana a la línea del frente se trasladaban nuevas unidades de carros de combate, de artillería y de infantería.
Cuando comentábamos entre nosotros la situación en el frente, los pilotos no podían evitar hablar de lo que estaba pasando en los cielos aquellos días. A pesar de una relativa calma en tierra, en el aire se notaba bastante tensión. Los alemanes realizaban frecuentes visitas a nuestros aeródromos, sus aviones de reconocimiento efectuaban innumerables vuelos: esto era un claro indicio de una gran batalla. Por nuestra parte, cuando volábamos sobre el territorio enemigo, detectábamos concentraciones de carros de combate y de infantería por todos lados, veíamos que los aeródromos enemigos estaban desbordados de “Messerschmitt”, “Junkers” y “Heinkel”.
El día 5 de julio los alemanes comenzaron la ofensiva. Ellos intentaban romper nuestras líneas defensivas para poder introducir una gran cuña de carros de combate en la brecha, y una vez rota la línea del frente, salir al espacio operativo. El enemigo tenia intención de comenzar una nueva ofensiva cuanto antes. Para ello concentró en la zona de Kursk gigantescas cantidades de infantería, artillería, carros de combate y aviacion.
Nos enfrentamos a la ofensiva alemana con calma, con una gran tranquilidad y seguridad en nuestras fuerzas. Nuestro regimiento libraba duros combates aéreos desde el primer día de la Batalla. Los alemanes acompañaban a sus unidades mecanizadas con una gran cantidad de aviación. En el aire se encontraban centenares de “Messerschmitt”. Los “Junkers” y “Heinkel” volaban en grandes grupos. Todo el cielo estaba en llamas.
El día que comenzó la ofensiva alemana, antes del primer combate aéreo, nos reunió el comandante del regimiento.
¡Pilotos! ¡Hemos de mantener el espacio aéreo bajo nuestro control sin ninguna excusa!
Cuando llegamos al campo de batalla, miré a mí alrededor y comprendí que íbamos a entrar en una gran batalla aérea. A decir la verdad, me impactó fuertemente el ver tanta cantidad de aviones que se encontraban simultáneamente en la línea del frente, teniendo en cuenta que hasta ahora yo había participado en los enfrentamientos aéreos de menor envergadura.
El panorama se podría describir de manera siguiente. En tierra, por las carreteras y por los campos, se dirigían hacia el Este los camiones, cañones autopropulsados y carros de combate; ellos iban en columnas concentradas y dispersas. El movimiento de la maquinaria alemana era tan intensivo que en la zona de los puentes que cruzaban los ríos se formaban gigantescos atascos, compuestos por diversa maquinaria bélica.
En aquellas zonas, donde ya se había producido el contacto con nuestras tropas de primera línea, había tormentas de fuego, provocadas por la artillería. A través de las nubes de humo, se distinguían innumerables fogonazos y explosiones. El humo se levantaba muy alto. Incluso se notaba en las cabinas de nuestros aviones el olor a humo.
En el aire también “hacia calor”. Toda esa masa de blindados y de cañones autopropulsados alemanes estaba apoyada por grandes grupos de bombarderos de picado, aviones de asalto, cazas y bombarderos. Era como una especie de combinación de avalancha terrestre y aérea, con el cual los alemanes intentaban romper nuestra defensa.
Cuando nuestro escuadrón, liderado por el Starshiy Leytenant Semionov, apareció sobre la línea del frente, en el aire ya no había suficiente espacio. Y aun así, los aviones alemanes seguían llegando al campo de batalla. Venían sin parar. En el aire se podía observar simultáneamente entre 250 y 300 aviones enemigos.
Los alemanes iban en grupos independientes, constituyendo una formación escalonada de varios niveles: abajo, a 1.500m de altitud iban los “Junkers-87”. Un poco mas alto y adelantando a los “Junkers-87”, iban grupos de “Focke-Wulf”. Por encima de éstos, en formación estrecha iban los bombarderos bimotor “Junkers-88” y “Heinkel-111”. Entre ellos patrullaban los cazas de escolta. Eran los “Messerschmitt” de ultimo modelo. Y finalmente, en lo más alto, se encontraban las parejas sueltas de los cazadores alemanes.
Toda esta armada de aviones se dirigía hacia el Este para penetrar a través de nuestras patrullas aéreas. El objetivo de esta armada era asestar un golpe a nuestras líneas defensivas para poder abrir el paso a las tropas terrestres.
En el comportamiento de los alemanes y en sus tácticas de combate se notaba una enorme autoconfianza. Es un matiz importante a destacar. Los alemanes de antemano confiaban plenamente en la victoria total, y concentraron a toda su aviacion en la zona de la línea del frente. Los aeródromos alemanes estaban tan cerca de la línea de contacto, que nosotros, cuando estábamos sobre el campo de batalla, veíamos las nubes de polvo levantadas por los aviones alemanes que estaban despegando. Todas las acciones de la aviacion alemana iban dirigidas a sorprender y paralizar nuestra aviación, pero no lo lograron. La gran maestría operativa de nuestros mandos aéreos, así como la firmeza y maestría de nuestros pilotos no solamente permitieron detener esta gigantesca ofensiva aérea [7], sino que nos dieron la posibilidad de derrotar a las principales fuerzas aéreas alemanas.
Así es como fue el primer día de la batalla. Muchos otros pilotos jóvenes de nuestro regimiento y yo aprendimos en aquella batalla el complicado arte de llevar un combate aéreo en grupo.
Cuando nuestro grupo de 8 “Lavochkin” se acercaba a la línea del frente, desde el puesto de mando recibimos la señal de aviso sobre la llegada de los aviones enemigos. Seguidamente detectamos a un grupo de “Junkers-87”. Eran unos 30 aviones. El grupo era escoltado por 6 cazas “Messerschmitt”.
¡Atacamos a los “Junkers”!, gritó por radio Semionov.
Al cabo de poco tiempo comenzó el carrusel con los bombarderos enemigos. Yo jamás había realizado un combate en el cual participaban tantos aviones a la vez, y me costaba maniobrar entre toda esa masa de aviones. En un pequeño espacio nuestros 8 “Lavochkin” libraban el combate contra un enemigo que nos superaba varias veces en número. Pero a pesar de la complejidad del combate, nuestro comandante del escuadrón controlaba la situación en todo momento. Observando la evolución del combate, él continuamente nos estaba guiando por radio. Le ordenó a una pareja de “Lávochkin” a trabar en combate a los 6 “Messerschmitt”, y luego atacó a los “Junkers” con el resto del grupo.
Pasaron 40 segundos desde el comienzo del combate. El comandante abrió el marcador primero, atacando al líder de los “Junkers” e incendiándolo con una sola ráfaga. Los alemanes, al perder a su líder, se pusieron nerviosos, y su formación quedó rota. Uno de ellos se separó un poco del resto del grupo. Aproveché la oportunidad, [9] me acerqué a él lo más cerca posible y apreté el gatillo. El “Junkers” quedó envuelto en llamas, y desprendiendo humo, se fue al suelo. En aquel instante uno de nuestros pilotos derribó al tercer “Junkers”.
¡Tres aviones enemigos derribados! Para empezar no estaba nada mal. Los “Junkers” iban en formación escalonada y no les dio tiempo a formar el círculo defensivo. Los alemanes se desprendieron de sus bombas, lanzándolas al vacío, y comenzaron la huida. Nosotros nos pusimos a perseguirles. Pero en aquel instante desde el puesto de mando nos enviaron un nuevo aviso:
Se acerca un grupo de 40 bombarderos. ¡Atacad!
La situación de nuestro grupo no nos era favorable. En el anterior combate estuvimos bastante tiempo y habíamos gastado una buena parte de la munición, y en estas condiciones teníamos que realizar un combate adicional. Además, en el momento de recibir el aviso por radio, fuimos atacados por sorpresa por un grupo de “Messerschmitt”. De repente, uno de ellos se colocó en mi cola. Sus ráfagas pasaron cerca de mi cabina. Pero gracias a mi compañero Múhin, el alemán se retiró del ataque. Múhin realizó una excelente maniobra, atacó al enemigo y lo rechazó.
Mientas tanto, un nuevo grupo de “Junkers” se acercaba al campo de batalla. Ellos iban en formación estrecha y se dirigían directamente hacia nosotros. En aquel instante pensé: “¡Ellos vuelan en grupos grandes, mientras que nosotros luchamos contra ellos en grupos de 6 y de 8! Y eso que en nuestros aeródromos se concentraba una gran cantidad de cazas. ¡No estaría nada mal levantarlos en el aire a todos juntos!”
Más tarde, cuando analizaba resultados de los primeros días de la Batalla de Kursk, comprendí que este pensamiento mío era muy tentativo, pero llevarlo a la práctica seria un grave error. Es cierto que nuestros cazas actuaban en pequeños grupos. Pero solo así nuestra presencia en el aire era permanente, volábamos por turnos, abatíamos al enemigo por todas partes, esté donde esté, y en todo momento.
Levantar simultáneamente a todos nuestros cazas en las primeras horas de la batalla seria un error, dado que los alemanes ubicaron sus aeródromos muy cerca de la línea del frente, con lo que también intentaban actuar de manera ininterrumpida. Nuestros mandos aéreos tomaron en consideración este hecho, y en consecuencia ahorraban los recursos e incrementaban paulatinamente nuestra presión, disponiendo en todo momento de unas reservas permanentes. Estas reservas eran lanzadas al combate en función de la situación. Si nuestros mandos hubieran levantado a todos los cazas simultáneamente, tras el primer combate se hubiera producido una gran pausa, que hubiera sido aprovechada por el enemigo. En realidad, nuestros mandos, al ahorrar cuidadosamente los recursos disponibles durante la primera fase de la Batalla, no solamente pudieron contener el avance enemigo, es más, lograron destruir a sus mejores unidades aéreas.
Pero la batalla acababa de comenzar. Sin lugar a dudas, la victoria será para aquel bando que tenga la capacidad de ahorrar sus recursos, y sepa emplear dichos recursos en el momento más decisivo y crítico.
La táctica adoptada por nuestros mandos y empleada desde el primer día de la Batalla fue plenamente justificada en la práctica. Quiero volver hablar sobre el combate que habíamos realizado [11] en grupo de 8 “Lavochkin” contra los 40 aviones enemigos. En aquel combate nosotros derribamos a 7 bombarderos alemanes sin sufrir ni una sola baja por nuestra parte. Al dispersar el primer grupo de “Junkers” y frustrar su misión de bombardeo, nuestra patrulla posteriormente logró impedir el acercamiento al campo de batalla del segundo grupo de bombarderos. Para ayudarnos, al lugar del combate aéreo llegó más tarde otro grupo de refresco de 8 “Yákovlev” del destacamento vecino. Los “Yákovlev” terminaron nuestro trabajo. El llamamiento de nuestro comandante de “mantener el espacio aéreo bajo nuestro control sin excusa alguna” se estaba cumpliendo por nuestros cazas de manera ejemplar.
Nosotros, estando permanentemente sobre el campo de batalla, nos dimos cuenta de que nuestros Shturmovik IL-2 y bombarderos de picado Pe-2 seguían empleando una táctica parecida. Desde arriba nosotros observábamos el trabajo de los “Ilyúshin” y “Petlyakóv”. Ellos aparecían en el aire en grupos relativamente pequeños, se alternaban continuamente, manteniendo al enemigo bajo las bombas de forma permanente, realizando ataques sobre sus tropas que intentaban avanzar, eliminando a sus efectivos y destrozando sus bienes materiales. La acción de nuestros Shturmovík y bombarderos era perfectamente planificada y distribuida. Su principal objetivo consistía en mantener al enemigo bajo la continua amenaza desde el aire. Esto paralizaba sus acciones, reducía el ritmo del avance y causaba grandes daños materiales a las tropas terrestres. Desde el aire se veían numerosas columnas de humo, originadas por los carros de combate y cañones autopropulsados alemanes destruidos. Una gran parte de ellos fue eliminada por los IL-2 y Pe-2.
La táctica de ataques permanentes llevadas a cabo por pequeños grupos facilitaba a nuestros pilotos la posibilidad de maniobrar libremente a la hora de localizar los objetivos en el enorme territorio del campo de batalla. Y cuando detectábamos a una gran concentración de tropas y de armamento enemigo, nuestros mandos enseguida hacían despegar a centenares de Shturmovík y bombarderos.
A ratos, en los cielos de Kursk la situación se complicaba hasta tal punto que dirigir un combate aéreo por radio era extremadamente difícil.
El segundo día de la Batalla, cuando despegamos, observamos la siguiente escena. Una parte de nuestros cazas que formaban la barrera aérea, libraba un combate con los bombarderos enemigos y sus cazas de escolta “Messerschmitt”. En aquel gigantesco combate aéreo luchaban por lo menos 200 o 250 aviones. Debajo de ellos, sobre el lugar de la batalla, estaban “colgados” unos 500 Shturmovik “IL-2” y bombarderos. Ellos en aquel momento estaban destruyendo a las unidades móviles alemanas y aniquilaban la concentración de tropas y armamento que se formó en las cercanías de uno de los puentes que cruzaban el río.
Cuando en el aire aparecieron nuestros “Ilyúshin” y “Petlyakóv”, los alemanes levantaron una gran cantidad de cazas. Se produjo un enfrentamiento aéreo masivo ente los “Messerschmitt” y nuestros “Yákovlev” y “Lavochkin”. Aquel combate era tan feroz y persistente que algunos grupos de aviones bajaban hasta pasar al vuelo rasante. Yo mismo fui testigo de cómo 2 “Messerschmitt” se estrellaron contra el suelo. Esto pasó [13] porque los pilotos alemanes no pudieron controlar la perdida de altitud de sus aviones durante la salida del picado, cuando realizaban un combate aéreo a bajas altitudes.
A pesar del aparente caos que reinaba en el aire, la batalla seguía su rumbo. Nuestros Shturmovik y bombarderos actuaban según lo previsto. La intensidad de sus misiones se iba incrementando paulatinamente con cada hora que pasaba. En su lugar, nuestros cazas actuaban según el plan, creando una densa barrera aérea sobre la línea del frente. Entrando en contacto con los “Messerschmitt” y “Focke-Wulf”, prácticamente ninguno de los grupos de bombarderos alemanes lograba llegar a nuestro territorio sin ser atacado por nuestros cazas.
Como resultado, en los primeros días de la Batalla los alemanes lograron cierto avance. Pero en tierra y en el aire ya se notaba claramente que el enemigo estaba agotado y que ya no podría tener éxito. Al mismo tiempo, nuestras tropas terrestres y las fuerzas aéreas estaban “en buena forma” y estaban preparadas realizar una contraofensiva en cualquier momento. Al aguantar los primeros días de la ofensiva enemiga y al contener la ofensiva aérea, nuestra aviacion ganó el dominio aéreo de forma irreversible. Este hecho se reveló claramente durante la segunda fase de la Batalla, en la que nuestras tropas pasaron a la contraofensiva.
En el primer día de la segunda fase de la Batalla, grandes grupos de nuestros cazas limpiaron rápidamente el aire. Nuestros Shturmovik y bombarderos despegaban a centenares.
Patrullando sobre el campo de batalla, nosotros observábamos, cómo los “Ilyúshin” y “Petlyakóv” iban en escalones compuestos de 50-100 y más aviones, dirigiéndose al oeste para atacar a los alemanes, bombardeando sectores desde la primera línea del frente hasta la total profundidad de sus defensas. Mientras los IL-2 atacaban las líneas defensivas, los Pe-2 paralizaban el movimiento y eliminaban a las fuerzas enemigas en todas las carreteras y en los cruces de ríos.
A nosotros, a los pilotos, nos fascinaba la flexibilidad de la dirección y la diversidad de las tácticas empleadas por nuestros mandos aéreos. Las acciones eran perfectamente coordinadas: mientras unos grupos de cazas defendían el espacio aéreo sobre el lugar de la batalla, otros grupos bloqueaban a los aviones alemanes, defendiendo los accesos a la línea del frente; otros grupos realizaban misiones de “caza libre” sobre el territorio enemigo.
Desde aquel momento la iniciativa en el aire estaba plenamente en nuestras manos. Los pilotos soviéticos actuaban sobre el territorio enemigo. Cuando los combates aéreos finalizaban, nuestros pilotos perseguían a los aviones alemanes hasta sus aeródromos.
Por lo visto, los alemanes no esperaban tener una derrota aérea tan desastrosa. Nuestras acciones paralizaron al enemigo. Nosotros sentíamos cómo los pilotos alemanes cada día iban perdiendo la tranquilidad y la capacidad de cálculo. Las grandes bajas sufridas les causaban frustración y les desmoralizaban. Ellos luchaban sin motivación, se notaba que su moral estaba en lo más bajo.
Aquellos días, cuando estábamos abriendo el camino a nuestros bombarderos, nos encontramos con un grupo alemán mixto. El grupo estaba formado por “Messerschmitt” y “Focke-Wulf”. En un breve combate derribamos a 5 de ellos. Pero la cuestión no es la cantidad de los aviones derribados. En aquel combate me sorprendió el comportamiento de los pilotos alemanes, que por cierto, pertenecían a un famoso grupo de ases.
En aquel combate cometí un error, perdiendo la altitud. Acabé en una situación desfavorable para mí. Pero los alemanes, que eran dos, ni siquiera supieron aprovechar mi error.
Para corregir el error, comencé rápidamente a ganar altitud. En mi cola se pusieron 2 “Messerschmitt”. En su comportamiento se notaba gran nerviosismo. Yo estaba realizando el ascenso en espiral. Los alemanes me iban siguiendo en un ángulo de trepada demasiado elevado. Yo, a pesar de tener poca experiencia en aquel entonces, enseguida comprendí, que en ese régimen de vuelo los alemanes nunca me alcanzarán: o se quedarían atrás o “se colgarían”. Me puse a observar al “Messerschmitt” más cercano. Pasó lo que pensé en el primer momento: el alemán perdió energía y al perder la velocidad, “se colgó”. Rápidamente realicé un “ranversman”, dirigí a mi avión frontalmente contra el alemán y lo encendí con la primera ráfaga.
Poco después la intensidad y la envergadura de los combates aéreos fueron en declive. El enemigo sufrió una enorme derrota. Sus aviones cada vez aparecían menos en el aire [16], y los pilotos alemanes estaban muy poco motivados a entrar en combate aéreo con nosotros. La batalla aérea en Kursk fue ganada de forma brillante por los pilotos soviéticos. La plena iniciativa en el aire estaba en nuestras manos. Para mí personalmente, esta batalla acabó con la primera decena de derribos. En aquella Batalla, el gran merito de nuestro mando aéreo consistía en saber distribuir correctamente los recursos disponibles e introducirlos en combate de forma adecuada. Al conservar el potencial destructivo, y pasar posteriormente a la ofensiva, nosotros logramos derrotar a una gran agrupación aérea enemiga.
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